No lo olviden
No recuerdo cuándo ni dónde, pero hace tiempo leí una frase que no he olvidado “no hay peste que cause más estragos que la rivalidad de los que aspiran a los mismos cargos”.
Y claro -como era de esperarse-, alguien aquí ronda al acecho, planea empujarnos y quitarnos de nuestro lugar.
Bien conocida es la obsesión -odio cainita incorporado- que albergan los haitianos por nuestro territorio y, sabemos -también-, que eso no es criatura de tiempos modernos.
No olvidemos que estuvieron aquí 22 años en la primera mitad del siglo XIX, período en el que-con saña brutal- apalearon, insultaron, saquearon, violaron, destruyeron, incendiaron, fusilaron, degollaron, tiranizaron, ultrajaron; finalmente, a sangre y fuego los echaron de aquí como no podía ser de otro modo. Incontables embestidas militares hubo y todas fracasaron, pero nunca han renunciado a retomar la cabalgata que iniciaron en 1805; en realidad, sus tentativas apenas han tenido tregua.
Queda claro -también- que la rastrera campaña de calumnias lanzada contra la República cuenta con un potente -más no invencible- padrinazgo internacional y con la más repugnante complicidad de una banda local de embusteros profesionales que ejercen de mercenarios biculturales bien remunerados.
Calenturientos, con afanosa prisa, andan a la caza de una vía para que renunciemos -sí o sí- a nuestra libertad, a nuestra historia, a nuestra independencia, acomodarnos en un vulgar proyecto de Estado binacional y servirlo de postre para satisfacer la bulimia neocolonial de una bestia ponzoñosa con ropa de pantocrátor bizantino románico.
En tales circunstancias, no es sorpresa ver a los descendientes de Toussaint Louverture, Jean Pierre Boyer, Jean Jacques Dessalines, Henri Cristophe, Alexandre Petión, Faustin Souluque, reverdecer las viejas pretensiones del Imperio Haití (constitución haitiana 20/05/1805 y proclamado segunda vez por el senado haitiano en 1849) al revivir sus fantasmas de invasión y colonización de la parte española de la isla.
Pero, lo que más indigna es el consentimiento implícito a esta nueva e irregular penetración masiva diaria de haitianos a través de una frontera que ha sido invalidada, la deportación de ilegales prohibida, la nacionalización de ilegales en marcha ininterrumpida y tomando nuestro territorio por sus fueros.
Tan envilecida está la contraparte nacional en su veloz carrera al aburguesamiento, que no ha advertido que la perfidia tiene en el tiempo un enemigo formidable, mientras más transcurre, más a la vista quedan los impostores.
Esos miserables –así, sin aditivos ni colorantes-, no ignoran que jugar con los sentimientos patrios no sólo es blasfemo y cínico, sino que es absolutamente peligroso.
Y pensar que son dominicanos los que están fraguando un acto contranatura de degollamiento público de su propia raza, en su tierra, en modo guillotina jacobina.
Triste manera-la de los renegados- de pasar a la historia por sazonar un caldero cochino traído por cuatro serpientes del anticristo, en donde cuecen al país para ser devorado en una macabra exhibición de canibalismo por encargo.
Tanta maldad estira hasta más allá de los límites de lo imaginable, por lo que deben recordar que todo lo que están haciendo conduce a una sola consecuencia y todo el mundo sabe cuál es. No lo olviden.
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