“Ningún secreto especial”.
Esta fue la respuesta de John Tinniswood, el hombre más longevo del mundo, cuando el día de su cumpleaños le preguntaron cómo había llegado a sus 112 años.
Nacido el 26 de agosto de 1912 en la ciudad de Liverpool, en el noroete de Inglaterra, Tinniswood le dijo al Libro de Guinness de los récords, que no tenía «ni la menor idea” de por qué había vivido tanto tiempo.
El centenario –que vive en una residencia de ancianos en Southport, cerca de su ciudad natal- se convirtió en la persona más anciana del mundo en abril, cuando falleció a los 114 años Juan Vicente Pérez Mora, el venezolano que hasta entonces ostentaba el récord.
Tinniswood recuerda que tenía apenas 2 años cuando estalló la Primera Guerra Mundial, y que acababa de cumplir 27 cuando comenzó la Segunda.
Conoció a su esposa, Blowden, en un baile en Liverpool, y se casaron en 1942.
Su hija Susan nació en 1943 y la pareja disfrutó de 44 años juntos antes de que Blowden falleciera en 1986.
Tras el final de la guerra, Tinniswood trabajó como contador para Shell y BP antes de jubilarse en 1972.
“Pescado y papas fritas los viernes”
Tinniswood relató que fue «bastante activo de joven» y que caminaba «mucho», pero creía que no era «diferente a los demás”.
«O vives mucho o vives poco, y no puedes hacer mucho al respecto», agregó.
Y señaló también que, más allá de comer una porción de pescado y papas fritas (fish & chips, un plato británico típico, sobre todo en las ciudades y pueblos costeros) los viernes, no seguía una régimen alimentario particular.
«Como lo que me dan y todo el mundo hace lo mismo», dice. «No tengo una dieta especial».
Pregunta inútil
Si bien resulta tentador preguntarle no solo a Tinniswood sino a cualquiera que haya superado la barrera de los 100 años cómo lo ha hecho, muchos expertos consideran que se trata de un sinsentido, ya que no obtendremos ninguna información de valor de sus respuestas.
Según explica en un artículo de The Conversation Bradley Elliott, profesor de Fisiología Humana e investigador en el campo de la biología del envejecimiento de la Universidad de Westminster, ejemplos como el de Tinniswood ilustran el fenómeno conocido como “sesgo del superviviente”.
Este es el “sesgo cognitivo y estadístico que se produce al contar solo a los que están cerca para ser contados, pero ignorando a los que no han “sobrevivido”, señala Elliott.
“Hay ejemplos fenomenales de seres humanos mayores, muchos de los cuales son más rápidos, más aptos y más fuertes que yo en muchas mediciones que hacemos en el laboratorio, a pesar de que me doblan en edad”, continúa Elliott.
“Si bien sabemos que el ejercicio que hacen durante toda su vida está asociado con su salud excepcionalmente buena en la vejez, no podemos decir directamente que una cosa causa la otra”.
“Podría ser que las personas muy activas estén protegidas contra enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardíacas. Pero también podría ser que estas personas sigan siendo activas en la vejez porque no han sufrido cáncer, diabetes o enfermedades cardíacas anteriormente en sus vidas”, explica el experto.
Es decir, correlación no significa causalidad.
Y aunque a nivel de población hay muchos factores que pueden mejorar nuestra salud y expectativa de vida –incluidas las mejoras en el sistema de salud y la higiene, así como un estilo de vida saludable- a nivel individual intervienen muchas otras causas, incluidas la suerte.