No hay ni habrá una “solución haitiana” a nuestros problemas

Considero esencial brindar la debida atención a eventos que, por su reiterada y abrumadora circunstancia, no deberíamos considerar desapercibidos o irrelevantes.
Puede que influya, en el hecho de provocar actitudes de esta naturaleza, el que nuestros medios los acogen con excesiva frecuencia y a todos nos alcanza ese momento en el que su reiterada omnipresencia termina por descartar o echar a un lado su verdadera importancia y, como indeseable consecuencia, nuestra atención. Mayúsculo e imperdonable error.
Porque, en estos momentos, todo es importante. Nada debe descartarse. Una conciencia alerta, una actitud decidida y una mirada atenta y rigurosa nos sustraerán de yerros y situaciones en las que de nada valdrán los golpes en el pecho como muestra de arrepentimiento.
Somos o deberíamos ser una de las sociedades donde los niveles de información se suponen elevados. Y, no obstante, lo evidente o abrumador a veces puede provocar o provoca sentimientos de ignorancia o desinterés en el ciudadano.
Es la razón por la que a veces utilizamos nuestro público ascendiente para concitar la atención sobre temas que no debemos soslayar. Algunos resultan tan reiterados que lo abrumador en ocasiones los empuja a un plano donde el interés ciudadano termina por sepultarlo o ignorarlo por completo.
Uno de singular relevancia es el de la abrumadora presencia haitiana y los esfuerzos de diversos sectores por mantener ese grave problema en una óptica definida debido a la suma de intereses y problemas derivados que la misma provoca.
No es un tema sencillo que se puede afrontar de manera superficial.
Lo definitivamente verdadero es que se trata de un gravísimo problema en el que concurre una elevada suma de intereses. Entre estos y sin dudas los sectores de gran poder.
El presidente Abinader ha auspiciado una extraordinaria consulta con parte del liderazgo nacional a fin de acordar estrategias en las que predomine el interés común al margen del debate o el abrumador interés político. No se trata de un tema superficial que pueda asumirse con ligereza.
El ejecutivo ha procedido de forma consciente y responsable ante una situación de una gravedad al margen de toda discusión.
No obstante, no parece que específicos sectores socialmente relevantes hayan asumido similar postura. Quizás porque se trata de un tema que se nos puede figurar como rancio o excesivamente conflictivo y debatido. Tal percepción sería un error imperdonable.
La sociedad dominicana debe esforzarse por asumir este problema con una sola visión y sin duplicidades ni ambivalencia dictadas por los intereses.
El presidente Abinader está en lo correcto.
La sociedad dominicana, debe asumir sin hipocresía y sin dobleces el hecho y proceder como un solo hombre, sin ambivalencia ni dudas.
Se comprende la concurrencia de intereses muy poderosos, pero también lo es la voluntad de una sociedad y un pueblo que han sabido enfrentar a situaciones extremadamente graves y salir airosos.
Es a esa confianza a la que debemos concurrir y empoderarnos con numerosas experiencias históricas de países lejanos y cercanos que se han visto enfrentados a una situación similar y han sabido encontrar los caminos adecuados para enfrentarla y resolverla.
No hay ni debe haber una “solución haitiana” a nuestros problemas bajo ninguna circunstancia.
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