Hay una cosa que se llama “autoridad moral”, que alguien definió de la siguiente manera: “La autoridad moral se basa en la credibilidad que tiene una persona o una entidad dentro de una sociedad determinada.
Nace del ejemplo ético de su comportamiento, de la coherencia entre lo que dice y lo que hace”.
¿Tiene la Organización de Estados Americanos (OEA) autoridad moral para hablar de democracia, de soberanía o de respeto a los derechos humanos?
Si recordamos la ruin conducta de la OEA durante la Revolución de Abril en 1965 en la República Dominicana, cuando “legalizó” la espuria “Fuerza Interamericana de Paz” (FIP) que invadió e intervino militarmente a nuestro país para impedir el retorno a la constitucionalidad, claramente tenemos que llegar a la conclusión de que la OEA no tiene autoridad moral para decirnos ahora lo que debemos hacer para preservar los aludidos derechos humanos.
Como consecuencia lógica, tampoco tienen autoridad moral las dependencias de la OEA, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos ni la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que son dos cosas diferentes, pero aserrín del mismo palo.
Cuando La Voz de América transmitía en aquel glorioso mes de abril mentiras tales como la de que los constitucionalistas ahorcaban monjas en el parque Colón; o que la revolución era un movimiento comunista; o cuando las tropas de ocupación impedían por la fuerza que volviéramos a la legalidad interrumpida por un golpe militar, la OEA y sus comisiones de derechos humanos se sumaron a la iniquidad y a la mentira.
¿Qué autoridad moral tienen ahora la OEA y sus agencias para venir a decirnos que los dominicanos estamos violando cánones del Derecho Internacional? ¡Ninguna!
¡No fuña la OEA! ¡Que se vaya pal carajo!