Aunque todo quedó consumado, el proyecto de reelección expiró. El presidente Danilo Medina y su equipo más cercano no dejó de escatimar esfuerzos, pero la coyuntura política del momento no se lo permitió. La cantidad de reuniones semanales, llamados de empresarios, pronunciamientos de funcionarios, legisladores, sacerdotes y pastores no podía estar por encima de la Constitución de la república.
Todo este ambiente hostil de casi un año pudo evitarse, los enfrentamientos en ambas cámaras legislativas, la militarización del Congreso Nacional y los dimes y diretes de funcionarios del gobierno del presidente Medina, el hartazgo del ambiente político nacional que giraba en torno a un solo tema, la reforma constitucional, para permitir la reelección.
Las declaraciones de Medina al pueblo dominicano es un trago amargo para él y todos sus seguidores, sobre todo para un presidente con ínfulas de redentor, su figura sustituye el Estado y los ministerios para él resolver casos cotidianos de un país por motu propio.
Las encuestas a favor y en contra de Medina desaprueban la reelección con un alto porcentaje. Que el primer mandatario de la nación embarcara el país en un proyecto como éste era una clara evidencia de inestabilidad política y económica. En sus propias declaraciones admitió que tuvo muchas peticiones y hasta evaluó la posibilidad de optar por un nuevo período presidencial.
Pero la dialéctica no se equivoca, los cambios deben surgir, aun nos opongamos a ellos más allá de lo que aconseja el tiempo y la razón.
El escritor y político José Ingenieros, en su libro “El Hombre Mediocre” nos dejó claro que “Las canas visibles corresponden a otras más graves que no vemos”.
Y lo grave de todo esto es que el presidente Medina trató de llevar a cabo la reforma constitucional para la reelección y no pudo, deseos no le faltaron para seguir poniendo en juego una democracia que no soporta más caudillos.