Con frecuencia alardeamos de nuestra vocación democrática, pero la verdad monda y lironda es que no estamos preparados para ponerla en práctica.
Lo ocurrido ayer entre facciones del Partido Revolucionario Dominicano, llámense como se llamen, es la mejor prueba de que no servimos para el juego de la democracia.
Las armas, los tiroteos y los sillazos parecen ser los mejores argumentos que conocemos.
Definitivamente, no estamos preparados para una vida civilizada.
¿Se necesitará una dictadura, tipo Chávez, tipo Correa, tipo Fujimori o tipo Trujillo, para imponer la democracia por la fuerza?