Así como Einstein decía que el interés compuesto es una fuerza más poderosa que cualquier bomba atómica, la estupidez humana es igualmente más destructiva que el peor huracán.
Irma puede arrasar vidas y propiedades, pero pasa. En cambio la idiotez disfrazada de virtud y adornada con poder o influencia, instalada en alguna poltrona, agrede más perniciosa y diariamente la conciencia social. Modela ideas malas.
Atrofia el raciocinio. Fundamenta vicios y lisios.
Esta clase de estolidez se parece al interés compuesto, a la bomba atómica y a los huracanes en otra forma: carece de auto-percepción. No se reconoce a sí misma.
La lisura de sus ideas, si pueden llamarse tales dos o tres prejuicios, algún razonamiento torcido y la vagancia de no dedicar esfuerzos al conocimiento, todo reburujado, produce temibles resultados.
Pero peor es su instrumentalización por sus dueños o patrones, que sí poseen inteligencia y sensibilidad, y permiten el descaro y la vergüenza.
La corrupción no es sólo mal administrar dinero o afectar malamente algún patrimonio ajeno. ¡La peor es mental!