Señor Patrick Dunn, encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos de América en República Dominicana:
Tal vez usted no sepa lo que le voy a contar. Corrían los días finales de abril de 1965 y el señor William Connet, encargado de negocios igual que usted, estaba a cargo de la Embajada de su país en Santo Domingo, mientras el embajador W. T. Benett andaba de viaje por Washington sin imaginar que aquí se iniciaría una revolución democrática.
El día 28 de abril, minutos antes de las 7 de la noche, vuestro presidente Lyndon B. Johnson dio la orden de desembarcar a los primeros hombres que estaban frente a nuestras costas.
Días más tarde desembarcaron 30 mil más. Hay quienes dicen que llegaron a ser 42 mil los marines en suelo dominicano.
Mientras todo eso ocurrió, su embajada, con Benett y Connet a la cabeza, se dedicó a boicotear la revolución: a pedirle a Caamaño y sus hombres que se rindieran, a ofrecerles asilo, a reunirse con los golpistas, y a crear las condiciones para que fuese posible pedirle a su gobierno “ayuda humanitaria”. Prohibieron que el presidente Juan Bosch viniera, convirtiéndolo en preso político en Puerto Rico.
Para justificar todo esto, dijeron primero que mandarnos los marines se trataba de “proteger vidas estadounidenses”. Luego, dijeron que la revolución dominicana era “comunista”.
En los hechos, lo que practicaron aquí fue un genocidio, defendieron el golpe de Estado, impusieron gobiernos, mataron héroes… desataron el infierno.
Claro está, para ello se hicieron acompañar de la OEA, que después de vuestro desembarco les otorgó el manto de legalidad retroactivo.
Alguien podría pensar que todo esto fue hace mucho tiempo. Pero en 2003 ustedes engañaron al mundo otra vez, otra de tantas, diciendo que en Irak había armas de destrucción masiva que justificaban invadir ese país.
¿Dónde están esas armas, señor Dunn? Lo que sí hay en Irak, luego de 14 años de ocupación, es más de un millón de muertos.
Lo mismo pasa en Afganistán, en Libia, en Siria, países, como República Dominicana, donde han llegado, han armado militares, han organizado gobiernos títeres y sólo han creado destrucción, miseria y tiranías. Siempre por razones “democráticas” y “humanitarias”.
¿Se da cuenta usted que no le queda bien escribir en la prensa de República Dominicana sobre “defender la democracia en Venezuela”?
Cierto es que todos queremos que en la patria de Bolívar todo pueda pacificarse y resolverse por el cauce político. Pero mientras nosotros abogamos por el diálogo y lo practicamos, ustedes hablan de “diplomacia” cuando en realidad establecen sanciones, decretan que Venezuela es una “amenaza inusual para la seguridad” de Estados Unidos, presionan a países latinoamericanos para que acorralen al gobierno legítimo, usan al secretario general de la OEA para que pida elecciones inconstitucionales en ese país.
Ustedes a través de la National Endwoment for Democracy financian partidos de oposición con dirigentes abiertamente golpistas.
Señor Dunn: su función en Santo Domingo es la de representar a su Estado ante el Estado dominicano.
Déjele la política dominicana a los dominicanos. Y a los venezolanos salvar su democracia en paz. Entre nosotros nos respetamos. No defienda tanto, que esa canción ya la conocemos muy bien.