No basta con libertad de expresión: los medios deben construir ciudadanía

Luego de mi participación número 10 en medios de comunicación hablando sobre el proyecto de ley que busca regular la libertad de expresión y los medios audiovisuales, me he convencido al ciento por ciento de que en República Dominicana estamos ante un debate importante: cómo garantizar la libertad de expresión y al mismo tiempo promover el ejercicio responsable de la comunicación, que construya y repare nuestra sociedad.
Sabiendo que vivimos en una sociedad fragmentada, desde el Centro de Análisis y Estudio de la Comunicación (CAESCO), concluimos que esta conversación no puede reducirse a posiciones extremas. La pregunta no es solo qué regular, sino también cómo formar ciudadanía en un país que necesita más criterio, menos ruido y mejores prácticas en la comunicación, o sea, una comunicación con propósito.
Desde el primer día, la sociedad en su conjunto ha dicho que la libertad de expresión no está en discusión. Es un derecho irrenunciable, y cualquier intento de limitarla debe ser observado con atención y defendido con todas las vías posibles. Pero al mismo tiempo, debemos reconocer que el problema no es solo legal: es educativo, cultural, estructural y profundamente ético. Es impostergable que entendamos todos que no podemos seguir confundiendo libertad con irresponsabilidad, ni pluralidad con desinformación.
Los medios no solo informan: forman
En CAESCO hemos insistido en que todo medio que aspire a ser parte de una democracia debe asumir el deber de construir ciudadanía. Sabemos que es retador el panorama económico que enfrentan los medios de comunicación, pero sino concluimos que no basta con publicar lo que “funciona” en redes, ni con amplificar lo que genera clics, construiremos una sociedad donde el que se supone mejor estará tan mal como el que sea visto como el peor. Comunicar es más que difundir: es interpretar, dar contexto, elevar la conversación y educar.
Sí, suena ideal, y es hacia allá que debemos apuntar para avanzar. No es un trabajo de resultados inmediatos, pero es el trabajo que hay que hacer y eso implica visibilizar voces que históricamente han sido ignoradas, con o sin razón; salir de la lógica del espectáculo y el escándalo, en busca de interacción u otros recursos; apostar por la educación mediática de las audiencias, necesitaremos siempre ciudadanos críticos y mejor informados; asumir una ética narrativa que no trivialice los derechos, ni utilice el dolor ajeno como recurso o estrategia editorial. Los medios deben volver a ser espacios donde la sociedad se vea a sí misma, se cuestione y se fortalezca.
Más que censura, es corresponsabilidad
Si, el Estado tiene la responsabilidad de proteger la libertad de expresión, no de administrarla. Pero también es cierto que la autorregulación no puede seguir siendo una excusa para la indiferencia editorial. En lugar de regular a la defensiva, debemos avanzar hacia un modelo de corresponsabilidad donde medios, periodistas, instituciones, ciudadanía y plataformas asuman su parte, porque la sociedad somos todos y la construimos todos.
Al punto que debemos llegar es al del convencimiento de nosotros mismos de que construir ciudadanía desde los medios es un deber democrático y el de mayor satisfacción que debemos tener quienes participamos de los medios.
Comunicar con propósito, no solo con alcance
En este contexto de viralidad, de discursos fragmentados y algoritmos impredecibles y poco éticos, el reto de los medios no es solo sobrevivir: es recuperar su lugar como actores esenciales del pacto democrático. Esto no se logra con espectáculo, se logra con profundidad, con criterio, con visión.
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