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¡No al arrabal!

Justicia social
Patricia Arache.

Existe un aparente compromiso por parte de las autoridades turísticas y municipales para enfrentar los arrabales que, históricamente, han afectado los entornos en distintos puntos de la República Dominicana.

Pudiéramos decir que ese compromiso se materializa en trabajos urbanísticos y de organización que se llevan a cabo, por ejemplo, en la muy transitada avenida Juan Pablo Duarte, en la capital, amada por muchos.

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Allí han sido concluidos los trabajos de la segunda etapa del programa de remozamiento, financiado por la Fundación Acción, Emprende y Transforma, que preside el hoy ministro de Turismo, David Collado.

Estos trabajos incluyen la habilitación del sistema eléctrico soterrado, luces led, un nuevo sistema de drenaje pluvial y sanitario, estaciones de mobiliario urbano, estaciones de módulos de locales de venta, entre otras acciones para el embellecimiento y la funcionalidad.

Es una gran obra que, además de brindar armonía y embellecer los espacios, abre la esperanza de que residentes en la ciudad de Santo Domingo y otras localidades también importantes, encontrarán sosiego y paz en sus calles y avenidas. ¡Y eso es fantástico!

Lo penoso es que la arrabalización, el irrespeto y las inconductas ciudadanas, a veces estimuladas por las propias autoridades, parecen convivir con los habitantes en estos tres cuartos de isla.

Se requiere vigilancia y observancia. Las autoridades tienen el reto de lograr lo que pocas veces hemos tenido en el país, en materia de reordenamiento urbano: la sostenibilidad, la permanencia y el involucramiento de los propios ciudadanos con los proyectos.

Ojalá que todo el esfuerzo realizado y lo que se ha logrado con la avenida Duarte, en la capital, pudiera mantenerse y extenderse por todo el país, para que nuestros descendientes, arientes y parientes, puedan disfrutar de la belleza de una ciudad limpia y ordenada.

La recuperación de la avenida Duarte, pendiente de una tercera etapa que está en curso, pudiera constituirse en estímulo para que las autoridades municipales de cualquier lugar se aboquen a organizar sus espacios con sentido de ornato, higiene y belleza.

Lograrlo no es fácil, es verdad, porque, además de lo viejo y enquistado que está el problema de la arrabalización en la sociedad, parece ser también un tema de cultura.

Cocinar y beber en las calles, lanzar todo tipo de desperdicios, colocar trapos en cualquier lugar, aunque sea una efigie histórica y venerable; obstaculizar vías de acceso, sentarse a lavar en la acera, colocar un cordel para el tendido de ropa en el lugar más llamativo posible y apropiarse de todos los espacios de uso público, es parte del día a día de algunas gentes.

Cuando el presidente Luis Abinader, el ministro de Turismo, David Collado y la alcaldesa del Distrito Nacional, Carolina Mejía, junto a otras personalidades de los sectores público y privado, cortaban la cinta inaugural de la segunda etapa del proyecto de remodelación urbanístico de la “Duarte con París”, surgieron algunas preguntas: ¿Hasta cuando se mantendrá el orden, la organización y la limpieza? ¿Cuándo las autoridades municipales velarán en forma sistemática por el ordenamiento en calles, barrios y residenciales? Y, la inquietud más preocupante: ¿Cuándo comenzaremos a comportarnos como ciudadanos responsables y comprometidos? Digamos: “No al arrabal”.

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