La autorización a Estados Unidos de operaciones militares en aeropuertos dominicanos plantea un problema de constitucionalidad y transgrede nuestra memoria histórica.
Nuestra Constitución, artículo 80.6, atribuye al Senado autorizar el ingreso de tropas extranjeras a territorio dominicano. Pero aún se lograse, igual sería un irrespeto a la dignidad de nuestro pueblo. Esas mismas tropas, hace 60 años, llegaron por esos mismos aeropuertos para impedir el retorno de la democracia y el orden constitucional, pisoteando nuestra soberanía y cometiendo actos genocidas aún impunes.
¿Qué necesidad tiene EE. UU. de desplegar operaciones en territorio dominicano, cuando a minutos está Puerto Rico, donde poseen bases militares?
¿Lucha contra el narcotráfico? El 70 al 90 % de las armas ilegales incautadas en México, Centroamérica y el Caribe provienen de EE. UU. Si realmente desean combatir el narcotráfico deberían perseguir las mafias que proveen de armamento a los carteles. Pero mientras revientan lanchas y asesinan personas en el Caribe, se hacen de la vista gorda con sus traficantes de armas, así como con quienes controlan el ingreso y la distribución de drogas en territorio estadounidense.
EE. UU. busca cómplices a sus crímenes en el mar Caribe. Desean arrastrarnos al conflicto en su lucha por intereses petroleros y geopolíticos. Pretenden mostrar poder, y dejar claro que siguen siendo los “dueños del patio”.
Tal vez mi postura sea “políticamente incorrecta”, pero no puedo callar y volver a mirar de frente el retrato de mi padre. El silencio sería traicionar la memoria de Francisco Alberto Caamaño Deñó, de los constitucionalistas, y de los miles que lo dieron todo para construir y sostener una Patria libre y soberana… Hay cosas que valen más que la propia vida.
En estos momentos resuena en mi mente un fragmento de nuestro Himno Nacional: “Ningún pueblo ser libre merece, si es esclavo, indolente y servil”.