Para hablar de presentes y futuras generaciones, debemos repasar videos y comentarios en redes sociales sobre niños, niñas y adolescentes, así como leer informes que emiten organismos nacionales e internacionales, en torno a las condiciones de vida de ese grupo poblacional, en la República Dominicana.
Escalofriantes, espeluznantes, devastadores, son algunos de los calificativos que pudiéramos darles a los resultados emanados de un estudio divulgado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en ocasión del Día Internacional de la Niña, el pasado 11 de octubre.
El estudio revela que el 65% de las jóvenes de entre 15 y 17 años de edad ha sufrido violencia sexual, en algún momento de su vida.
Esto, sumado a estadísticas de la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (EnHogar 2019), que no es la más reciente, porque le sigue la del 2021, pero sí la última que trata el tema, no deja lugar a dudas de que estamos ante una situación sumamente explosiva.
EnHogar 2019, herramienta de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) para evidenciar la calidad de vida de las familias dominicanas, establece que el 34 % de las jóvenes de sectores vulnerables ha tenido, por lo menos, un embarazo antes de alcanzar la mayoría de edad, o sea los 18 años; y que el 49 %, lo ha tenido sin haber concluido el nivel primario en la educación.
A este escandaloso coctel social, añadimos las violaciones, agresiones, incestos y cualquier otro tipo de perversidad a que son sometidas niñas y adolescentes, tratadas como mercancías, por parte de adultos que tienen la responsabilidad de cuidarlas y protegerlas, y no de convertirse en sus verdugos, en sus agresores, en sus victimarios, en sus asesinos.
Los casos de agresión, violación y crímenes están al canto, tanto que hasta citarlos da rabia y genera impotencia. Pensemos en un perverso que durante diez años violaba a su entonces pequeña hasta embarazarla, hoy con 18 años de edad, en San José de las Matas.
El detestable esperpento, de 42 años de edad, Esterlin Francisco Santos, conocido como “El Panadero” que sonsacaba, violaba y mató a una niña de apenas 9 años de edad, cuyo cadáver lanzó al mar. Condenado ahora a 30 años de cárcel.
La situación con los varones no es muy diferente, aunque las agresiones, los abusos y las desconsideraciones cambian en las formas.
No solo podemos concluir que andamos muy mal como país, sino también en que en la República Dominicana no parece haber políticas claras y definidas para enfrentar, reducir o eliminar las dificultades generadas en las familias por las largas deudas sociales acumuladas durante décadas y sobre las cuales, elecciones tras elecciones, los líderes políticos prometen combatir con firmeza.
Creo estar escuchando algunas voces que dicen, “es el mundo”. “El mundo anda así”. Sí, probablemente sea verdad, pero a nosotros debe importarnos, como nos importa, lo que podemos hacer para contribuir a reducir los niveles de inequidad, de odio, de agravio, de desafectos y de amarguras que se han venido enraizando en la sociedad, como si se tratara de verdolaga.
Es tiempo de que la sociedad dominicana comience a parar el mal vivir que ahora exhibimos, como si se tratara de una atractiva moda; es tiempo de que pensemos en la necesidad de construir, en vez de destruir; de fortalecer, en vez de debilitar y de ser, en vez de tener.
Pienso en el hoy y en el mañana de nuestros hijos, de nuestros nietos. Parecería que estamos alimentando lo que pudiera ser “la generación perdida”. ¡Es como para rajarse a llorar!