Ante las recientes decisiones de Daniel Ortega , presidente de Nicaragua (¿ habrá que seguir llamándole así o de otra forma?), dos libros irrumpen en mi memoria:
“Los Somoza, una estirpe sangrienta”, de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, el mítico periodista director de “La Prensa” de Managua, asesinado por el somocismo, y “ Nicaragua, revolución en la familia”, de la corresponsal de “The New York Times” y Premio Pulitzer, Shirley Christian. Puestos al día de hoy habría que encarar, para seguir con la historia, dos nuevos libros : “Nicaragua, dictadura en familia” y “ Los Ortega, una estirpe siniestra”.
El comandante Ortega, debe gustarle que le llamen así, pese a los vientos que arrecian contra sus hermanos mayores del “ Socialismo del siglo XXI”, Lula, Maduro y el chavismo y los Kirchner, no se amilana y en la línea de Rafael Correa y Evo Morales se asegura la permanencia , sine die, en el poder, y que este, además, sea total.
Y va más lejos aun que sus dos últimos colegas: aplica la fórmula argentina – peronista y kirchnerista- del mando matrimonial.
Su esposa, Rosario Murillo, completará la formula presidencial del FSLN, que encabeza por tercera vez Daniel Ortega en las elecciones del próximo 6 de noviembre. Murillo de hecho ya desempeña una especie de copresidencia, pero siempre es bueno asegurarse un cargo “constitucional”, por cualquier eventualidad.
Y será la futura vicepresidenta de Nicaragua, qué duda cabe; serán unas elecciones sin oposición y sin observadores internacionales por decisión de Ortega, eso sí, canalizada y formalizada a través de Cortes Supremas y Electorales y oficinas al servicio y a la orden. Chavismo del mejor, progresismo populista y autoritario puro.
Ortega es fiel a su creencia de que la pluralidad de partidos solo sirve para dividir la sociedad y que la solución es el partido único (el de él). Lo ha dicho más de una vez.
Es cierto que deja figurar a algunos partidos, quizás hasta una docena y media, pero solo son para cumplir con la cosa formal. Para no salirse de la Carta Democrática Interamericana, o para sustento de cuanta hipocresía reina en muchas cancillerías e instituciones internacionales, supongo.
Es que Ortega aprendió la lección. Cuando su primera presidencia (1985-1990), Fidel le dijo: no hagas elecciones y no te pelees con los gringos ni con los empresarios. Hizo todo lo contrario, consecuencia: Violeta Chamorro fue electa presidenta.
Entonces se preparó para volver y no cometer errores. A partir de su segunda presidencia se alió con los sectores políticos más corruptos, desplazó adversarios internos, arregló elecciones y la Constitución a gusto y ganó; reprimió a los díscolos, censuró la prensa y repartió (por lo menos una parte) unos tres mil quinientos millones de dólares de “ ayuda” venezolana . Más un poco de viento a favor y empresarios y gringos en silencio y acompañando.
Tras cumplir 10 años en el poder – en enero próximo- Ortega se prepara para otros cinco, ahora acompañado por su esposa Rosario.
Tiene todo providenciado, pero de cualquier forma y para evitar riesgos en los últimos meses tomó varias medidas. Fueron despojados de sus cargos 28 diputados opositores, se proscribieron las figuras más importantes de la oposición – Eduardo Montealegre y Luis Callejas – y el propio partido opositor, el Partido Liberal Independiente.
Y por supuesto, nada de observadores internacionales, a lo sumo cabria alguna invitación a organizaciones compañeras, como pasó en Venezuela.
En definitiva, es una fórmula parecida a la que se aplicaba en época de los Somoza: el pueblo vota “libremente” y después el gobierno cuenta los votos, tambien “ libremente”. Aparentemente Ortega lo tiene todo bien atado: triunfo asegurado, empresarios tranquilos, con poca protesta y algo de miedo, la Iglesia más bien quieta y los EE. UU., como que dicen poco y apoyan bastante. “Con estos, gobierne Obama, Clinton o Trump, siempre es imprevisible; ayer apoyaban a Uribe y estaban contra las FARC. y ahora apoyan a Santos y a las FARC”, apunta una analista en Bogotá, y vale para Managua.
Sin embargo, quizás no todo sea tan seguro. Ya no está Venezuela “ y su mano amiga”, es más difícil hacer populismo sin dinero, el “progresismo” no está tan de moda y, fundamentalmente, parece que no hay tanta unidad en el “partido único”: hay mucha gente cansada de las dinastías y de las dictaduras familiares.
En algún momento la tortilla se le puede dar vuelta al comandante Ortega. A él y a su esposa, la futura vicepresidenta.