Cuando se levantó el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, que reitero debió bautizarse con el nombre de Juan Ulises García Saleta, se planificó la construcción de apenas 11 instalaciones para no saturar el espacio, que debía convertirse en el pulmón principal de la ciudad de Santo Domingo que ya comenzaba a expandirse por los cuatro costados.
Sin embargo, al pasar los años, ese espacio no tuvo ningún tipo de regulación y el populismo se adueñó de todo, lo que conllevó a que cualquier entidad deportiva fuera favorecida con la construcción de un local.
Esa locura ha convertido el Centro Olímpico en un espacio anárquico, violando todas las reglamentaciones que le dieron origen.
Tras levantar desde destacamentos de guardias y policías hasta “villas” para alojar atletas, ya allí no se puede permitir otra instalación, para que las cosas no lleguen el anarquismo al máximo.
Lo que era un ente con dos pulmones trabajando a plenitud, hoy tiene un respirador para seguir con vida.
En nuestro país, históricamente, en especial desde la caída de la tiranía, las propiedades del Estado han sido robadas hasta más no poder, y el mejor ejemplo lo tenemos con los terrenos del Consejo Estatal del Azúcar.
Por lo tanto, hay que preservar el Centro Olímpico, no por temor a una invasión, sino porque es un espacio donde, sin importar su condición social, el ciudadano puede caminar y entrenar a sus anchas, sin ninguna restricción, por lo que no se puede seguir su arrabalización.
Es una advertencia, para que mañana no se le antoje a alguien levantar otra mostrenca edificación en terrenos ya saturados de ellas.