La sabiduría convencional actual padece un lisio grave, en unos casos por ignorancia y en otros por deshonesta bellaquería.
Consiste en pretender que algún tiempo anterior fue mejor al actual; que tuvimos en ese ilusorio pretérito más prosperidad, mayor seguridad ciudadana, una justicia más diligente o menor corrupción pública y privada.
Todas las métricas sociales y económicas claramente indican que nunca antes el país fue más próspero, si bien al mismo tiempo la distancia abismal entre los más pobres y los más ricos nunca fue tan enorme.
Pese a la abrumadora crisis de seguridad pública, ésta ha cambiado de signo por el narcotráfico y la impunidad, pero ya son casi inexistentes los crímenes de sangre políticos o de Estado; el poder se busca con votos.
Nunca antes hubo en curso tantas investigaciones o procesos, como la de Odebrecht; ni tanta posibilidad de reclamar o protestar por injusticias judiciales. La mega-corrupción azora, pero el PIB real ronda los US$80,000 millones. Perder la perspectiva nubla la razón. Estamos mejor de lo que creemos.