Ni fáciles ni mágicas
Cuando comencé a recoger datos para esta columna , hace unas horas, el dólar oficial en Argentina -una de las tantas cotizaciones que coexisten en ese país- se situaba en los 6,84 pesos y en el “blue”- el sofisticado nombre con que se calificaba al mercado de cambios en negro y que desde el lunes 27 será “libre” y ya sin cepo – pasaba los 12 pesos argentinos.
Poco rato después, cuando voy a reconfirmar, me encuentro con que el dólar oficial rozaba los 8,50 y que en el “blue” pasaba los 13 pesos. La última cifra, y no busqué más y no me hago cargo de variaciones siguientes, máxime con mercado libre, o “casi”, era de 8,01 pesos por dólar en el oficial y de 13,10 en el “blue”.
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Se trata de la mayor devaluación de los últimos doce años. En lo primero 23 días de este año , además, el precio del dólar creció en el orden del 20 % oficialmente y en el negro por sobre el 30%.
Los hechos, rebeldes y caprichosos, contradicen con esto a reiteradas afirmaciones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien ha dicho que quienes especulen “con una devaluación tendrán que esperar a otro gobierno”.
Parece que en Argentina la realidad no es kirchnerista: mientras el gobierno dice que la inflación en 2013 fue del 10, los precios crecieron efectivamente casi el 30 % (el porcentaje de la devaluación).
Qué divorcio. La Presidenta dice que el desempleo es del 6 y poco por ciento y sin embargo pululan los planes asistenciales del gobierno para padres de familias e hijos. O los desempleados son más, o el sueldo que reciben los ocupados es muy poco, o se están comprando votos. Por algunos de estos rumbos hay que buscar la respuesta.
En agosto del año pasado, en una entrevista que hice al expresidente del BID y aún titular de la Secretaria General Iberoamericana (SEGIB), Enrique Iglesias, me anunció que a Latinoamérica las cosas no le van a seguir siendo tan fáciles como hasta ahora y que iba “a tener que navegar con motor propio, incluso con viento en contra”.
¿Habrá llegado ese momento? Los panameños, para quienes el Banco Mundial pronostica un crecimiento del 7,3% ,- solo un poco por debajo del 8,5% de 2013- dirán que no. Pero quizás ellos porque serán la excepción en un región –LA y el Caribe- para la que se vaticina, con algo de optimismo, un crecimiento promedio del 3,3% para 2014.
Coincidiendo con Iglesias, fuentes del BID han explicado últimamente que la volatilidad de los mercados financieros más la caída de los precios de los productos básicos han incidido negativamente en el desempeño económico de AL.
Desde el Departamento de Estrategias , Políticas y Evaluación del FMI, en tanto, se advierte que es probable que “ en muchas economías de mercados emergentes esté llegando a su fin la era de fuerte crecimiento alimentado por dinero barato y los altos precios de las materias primas”. Señalan también que aquella “prosperidad” (que vino con el viento a favor) , “ redujo los incentivos para implementar un mayor número de reformas a favor de la productividad”.
Y ahora, cuando la realidad toca timbre comienzan los golpes a ciega y paralelamente la busca de culpables, como en Argentina.
Iglesias en su momento lo dijo: cuando comienzan los problemas, hay que ser conscientes de que “ no hay soluciones fáciles y mágicas” y recomendó que hay que ser prudentes en el manejo de la inflación y el gasto publico.
Sin embargo, por ahora parecería que Cristina Kirchner, y quizás Dilma Rouseff y algunos más, no están dispuestos a atender el consejo y creen que van a someter a la realidad, pese a que toda la historia y la experiencia dice que eso no se da. Puede que se dé por un ratito, pero después no.
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