Ni autoritarismo ni intolerancia

Ni autoritarismo ni intolerancia

Ni autoritarismo ni intolerancia

Celedonio Jiménez

El autoritarismo es una de las peores herencias que hemos recibido. La actitud autoritaria genera intolerancia, rechazo y violencia, lleva a una mala relación con el “otro”.

Para el intolerante el diferente es una amenaza, es alguien de quien desconfiar.

El autoritario y el intolerante no suelen aceptar convivir con lo diverso.

José Ramón López en su ensayo “La paz en la República Dominicana”, al referirse a los españoles que vinieron en la invasión y empresa colonizadora del siglo XV, señala que los mismos no eran de una “rancia hidalguía”, ni de un carácter virtuoso, sino elementos belicosos llenos de codicia.

En el período de la colonización reinó, en el orden religioso, la contrarreforma antiluterana, caracterizada por una intolerancia que devino en cisma de la Iglesia católica. Con un carácter tremendamente autoritario emergió décadas después la Inquisición.

A nuestro modo de ver, en el contexto antes señalado se encuentran las raíces troncales de nuestro autoritarismo y de nuestra intolerancia. Ahí se encuentran algunas de las causas de que haya quienes se creen más que los demás, que se creen poseedores de la verdad plena y que siempre tienen la razón.

Esos no aceptan la razón ajena. Para que se entienda bien, aquí van dos ejemplos de las actitudes comentadas: cambiar la Constitución para imponer la reelección presidencial, y no atender a los reclamos de la provincia de El Seibo, que ha hecho de todo para “que se le tome en cuenta”, forzándola a paralizarse por dos días.

Nunca es bueno creerse depositario absoluto de la verdad. En el abordaje de los problemas es conveniente, metodológicamente, tratar de situarse en el punto de vista del otro, ver las cosas desde el lado opuesto, tener apertura a otras miradas para ver qué parte de verdad tienen.

En el entendido de que el autoritarismo y la intolerancia son estimulantes de la violencia, valoramos la pertinencia de promover la cultura del reconocimiento del otro, del respeto a las diferencias y a la diversidad.

Hay que decir, sin embargo, que practicar la tolerancia no es transigir con los que incumplen las leyes, los deberes y las obligaciones.

En la búsqueda de una sociedad mejor, proponemos comenzar reconociendo y respetando a los otros, en nuestros espacios más próximos, en el grupo familiar, en la casa, en la oficina, en la escuela, en la universidad, en la calle.

Dispensémonos unos a otros un mejor trato, para que nuestra sociedad avance y se alejen la violencia y la arbitrariedad.



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