La necesidad de exposición pública los desborda. Es una carrera alocada, febril, aberrante, bajo el entendido de que las menciones favorables, el limpiasaquismo, los seguidores inorgánicos vulgarmente comprados y las tendencias artificialmente creadas son un pase a la eternidad.
Viven cada día buscando esos segundos de gloria, provistos por una masa amorfa que nada construye, porque es un cometa de paso, con una opinión insustancial, a veces anclada en la perversidad, la cobardía y la mentira pobremente argumentada.
Verificar el dato y acogerse al contraste, descubrir la razón y respetar la inteligencia de los otros no es materia de atención, pues lo importante es desbocarse con juicios a priori y conclusiones aviesas.
En estos tiempos el adjetivo destemplado y la insolencia a granel son mercancías a la venta que sirven para asesinar reputaciones y tratar de lograr ganancia de causa, comprensión, aceptación forzada y diseñar mundos paralelos a los egos que requieren mucho espacio para existir.
Se trata de las neobocinas, que militan en la esfera digital y resultan muy rentables, aprovechando algún oficio relacionado con la comunicación (mientras más vacuo y figurero es mejor) para mercadearse como “influencers”.
Que sean analfabetos funcionales es lo de menos.
Que no entiendan los procesos sociales, políticos o económicos, no preocupa.
Que no tengan nociones de la historia de su país, tampoco es nada. El requisito es el arrojo y la osadía de la ignorancia.
Es penoso cómo hasta instancias públicas, en un espejismo que reemplaza los resultados por las relaciones públicas de la más superficial raigambre, invitan a mordisquear el presupuesto nacional a sujetos que solo aportan ruido pasajero y morbo, en busca de subsanar la inseguridad que atormenta a los incumbentes.
En el país hay quienescultivan un proverbial desprecio por el legado fundado en los hechos, en los hitos que forman la historia, dando protagonismo a un distorsionado “marketing” de guerrilla, a unas palabrerías insulsas que se las lleva el viento, pero que son requeridas para solapar la doble moral de gente mediocre.