Ya que las ideologías no habitan en los discursos políticos dominicanos, nos vemos en la obligación de identificarlos con colores, no por un triunfo de la estética, sino por la prevalencia de la estulticia, el autoritarismo y la codicia.
El antihaitianismo, que se funda en el odio visceral a los negros y los pobres, vuelve a ocupar las espurias páginas de ciertos medios escritos y digitales.
No hace falta que entre un haitiano más en nuestro territorio para que el racismo de algunos aflore con argumentos estúpidos y manipulaciones que rayan en el cretinismo.
Muchos se asustan por falta de carácter y lucidez. En el caso presente es un recurso para distraernos de la invasión de corruptos.
Los peledeístas están atrapados por intentar salvar su colección privada de corruptos, cuyos nombres y rostros ofenden hasta los niños más pequeños, y que los recursos que nos han robado retrasan nuestro desarrollo y desmoralizan al gobierno para pedir más recursos a la población. Sabrán ellos para que les sirve esa escoria. Quizás lo descubran cuando sean sacados del gobierno.
La calle está pintada de verde, con más malestar que orientación, disparando al azar dardos que no hacen diana porque el tema es político y únicamente se resuelve con un partido político, de los que existen u otro que inventen, pero marchando no cambian lo esencial.
Con tantas críticas a negros, morados y verdes, pocos me harán caso, no importa, la verdad usualmente tiene escasos militantes. Con colores no avanzamos, hacen faltan ideologías.