Hugo López Morrobel
A nadie deben sorprender los cambios de dirección que se realizan a nivel de de equipos deportivos profesionales.
En nuestra pelota son muchos los que todavía no han asimilado que, como negocio que solo busca beneficios económicos, el fanatismo jamás puede estar presente al momento de tomar decisiones que afecten el buen desempeño de los mismos.
La etapa en que no se podía prescindir de los servicios de algún jugador o mánager ya es cosa del pasado.
Y aunque todavía se quieren preservar algunos visos en tal sentido, la realidad se impone siempre.
Tras el despido de Félix Fermín, como dirigente de las Águilas, se han esgrimido teorías, como que a un “héroe” del equipo, el dirigente más ganador y exjugador, no se le podía desconsiderar, por la forma como lo botaron.
Los fanáticos deben olvidar los métodos de protección que en un momento dado se emplearon, dado que ahora el negocio es la base fundamental de las empresas deportivas y de otra índole.
Félix Fermín es una gloria de las Águilas, pero el equipo no estaba dispuesto a arrastrar pérdidas económicas por la falta de ganar juegos.
