En psicología, cuando algo cierto y evidente causa demasiado dolor o estrés a algunas personas, ellas inconscientemente caen en un estado de negación.
Por ejemplo, un hijo puede que sea el último en admitir que su padre padece Alzheimer.
Los políticos, que entre los humanos son quizás de los más mentirosos, y más aún los caribeños, son muy dados a tratar de convencer al público para dejar de reconocer algo, no admitir su existencia.
Por ejemplo, ante logros excelentes del gobierno, como el crecimiento económico, la estabilidad, el combate contra la pobreza y otros, reconocidos y admirados internacionalmente, líderes oposicionistas se empeñan en decir que no existen, no son verdad o no son como creen o afirman el FMI, PNUD, Banco Mundial, CEPAL u otros organismos.
La negación, empero, no sólo afecta a la oposición.
En días recientes una tropa de voceros morados intenta restar importancia a las recientes manifestaciones anti-peledeistas, motivadas por la posposición de las elecciones municipales. Repetir un grave error del adversario, la negación, es signo de declive.