Los dominicanos solemos ser expertos en todo: desde política, pelota, mecánica, y la salud no es la excepción. Basta con escuchar un “tómate eso para aquello” o un “no te dejes morir, párate que eso no es nada” cuando alguien está «deprimido», con o sin diagnóstico.
Señores, la salud mental es un aspecto esencial del bienestar general que, lamentablemente, a menudo se pasa por alto. Digo esto para hablar de los recientes casos de violencia que han estremecido nuestra sociedad y que no voy a mencionar porque ya ustedes saben.
No soy experta en salud mental, no pretendo ejercer lo que no estudié; sin embargo, está muy claro que nos falta educación para entender que la depresión es una enfermedad. Al igual que la hipertensión o la diabetes, tiene sus especialistas que la tratan.
Diariamente, muchas personas enfrentamos desafíos relacionados con la salud mental, como ansiedad, depresión o trastornos del estado de ánimo, pero a menudo no buscamos ayuda debido al estigma asociado al tema o simplemente porque no nos damos cuenta de que tenemos un problema.
Ese mismo estigma puede llevarnos a sentimientos de vergüenza o miedo, impidiendo que las personas den el primer paso hacia la recuperación.
Señores, buscar ayuda no es una señal de debilidad, sino un acto de valentía y amor propio, palabrita que esta de moda.
La depresión es una enfermedad caracterizada por una tristeza persistente y la pérdida de interés en actividades que normalmente disfrutamos, así como la incapacidad para realizar las tareas cotidianas por al menos dos semanas.
Según los expertos en salud mental, por cada persona que sufre depresión (en nuestro país, el 5% de la población según datos del Ministerio de Salud Pública), hay al menos un individuo sufriendo a su lado: un esposo, esposa, hijo, hija, padre, madre, hermano, hermana… En definitiva, una familia que muchas veces no sabe cómo manejar la situación.
No soy una institución estatal, pero soy una voz autorizada para confirmar este dato. Lo he vivido.
Por Dios, hagamos un alto y dejemos el tabú. Así como las mujeres vamos al ginecólogo y los hombres al urólogo, ir a terapia debería ser igual de normal. ¡Señores, eso ayuda!
La terapia y el asesoramiento nos permiten explorar nuestras emociones y desarrollar habilidades.
Eduquémonos y tengamos conversaciones abiertas y sinceras sobre la salud mental para reducir el estigma y alentar a más personas a dar el primer paso y busquen ayuda.