Por segundo año consecutivo nuestro país y gran parte del mundo viven las navidades bajo una pandemia cuyas variantes conocidas hasta hoy son altamente transmisibles.
Ellas son Delta (la mayoritaria) y la recién aparecida Ómicron. Esto nos plantea la necesidad de celebrar las navidades con la mayor moderación posible, no olvidando las precauciones que tanto se han divulgado frente al coronavirus.
Las navidades constituyen una tradición en que se sueltan muchas amarras y se produce una estrecha vinculación entre amigos, familiares y hasta con desconocidos, y en que se producen conciertos musicales multitudinarios.
Por eso las precauciones de lugar, lejos de lo que pueden hacer muchos, deben ser practicadas atentamente, sino es que queremos que al pasar las navidades nos enfrentemos a una nueva ola de más víctimas del Covid-19.
Algo en particular que no debe decrecer es la publicidad para que los que no se han vacunado o no lo hayan hecho en la proporción debida, acudan a los centros de inoculación. Hacer que no crezca el número de afectados por el virus, es una responsabilidad que recae sobre todos.
Las navidades, período en que nace Jesús, en Belén, y que significó la división de la historia de la humanidad en dos, constituyen una fuerte tradición en la República Dominicana que se ha transmitido de generación en generación.
Entendemos por tradición una costumbre que supone creencias, valores y modo de pensar de grupos o sociedades humanas.
Aunque el nacimiento de Jesús se produjo en un contexto de extremada pobreza y de persecución, con un padre carpintero y una madre sencilla, mujer del pueblo, muchos de los componentes de los países que llevan a cabo su celebración, lo hacen en un ambiente de ostentación y consumo que contradicen los rasgos fundamentales de su origen.
Se oponen a las características de su origen el elevado consumo de bebidas alcohólicas y comestibles, que una indefinida proporción de la población efectúa. Esto en algunos casos da lugar a reyertas, accidentes de tránsito y hasta homicidios.
En esta coyuntura en que hemos visto desaparecer tantos amigos, familiares y personas queridas, proponemos un período navideño en que se afiance la amistad y la unidad familiar; en que no haya manejo de vehículos temerario, en que haya un consumo moderado de comidas y bebidas; en que los conductores sean corteses con los transeúntes y en que las emisiones de los aparatos de sonido domésticos y públicos no excedan en decibeles a lo que indica la razón.
Bajo este predicamento, esperemos que el nuevo año nos traiga mejores circunstancias. En este período y siempre, actuemos con precaución, moderación, solidaridad y cortesía.