Santo Domingo.– En República Dominicana, la Navidad es mucho más que luces y regalos; es un cúmulo de recuerdos, tradiciones y emociones que se han transmitido de generación en generación. Para Alfredo Freites, periodista y cronista cultural, la Navidad de antes tenía un sabor especial que hoy se extraña.

Aunque hoy las festividades adoptan elementos universales como el árbol de Navidad y las luces, las decoraciones dominicanas siempre tuvieron su sello tropical: flores de pascua, palmas decoradas y artesanías locales llenaban los hogares y barrios de color y alegría. Plazas y parques públicos se iluminaban con figuras navideñas, creando un ambiente mágico.

El inicio de la Navidad con la Alborada
Según Freites, quien fue entrevistado en el programa radial La Nota Christmas Sessions de La Nota 95.7 FM, la Navidad en el país comenzaba oficialmente el 1 de diciembre con la Alborada, una tradición en la que vecinos recorrían las calles al amanecer con música navideña, encendiendo velas y luces para anunciar la llegada de las fiestas.

“Era un momento de alegría y camaradería, donde todo el barrio se unía para celebrar”, recuerda.
Tradiciones de la infancia
Durante las fiestas, los niños dejaban bajo el árbol hierba, tres monedas simbólicas y la carta para los Reyes Magos.
“A la madrugada del 6 de enero, los regalos aparecían mágicamente bajo el árbol para los niños que se habían portado bien durante todo el año”, explica Freites.

Esta inocencia y expectativa eran parte del encanto de la Navidad dominicana.
El maquillaje y la moda también tenían su protagonismo. Las mujeres, antes de las tiendas modernas, recurrían a modistas del barrio, para confeccionar sus vestidos de Nochebuena y Año Nuevo. Para el peinado, se usaba el peine caliente, porque aún no existían cremas alisadoras ni keratina, y el carmín, entonces llamado colorete, servía como rubor para las mejillas.
La compra de la ropa y los preparativos
En los años 70 y 80, el epicentro comercial para las compras navideñas estaba en la avenida Juan Pablo Duarte, cerca de la intersección con París, y antes en la calle Conde, donde se encontraban las principales tiendas de la ciudad.

Las mujeres recorrían estas calles buscando los mejores vestidos y telas para las fiestas, mientras los hombres acompañaban y observaban la bulliciosa actividad comercial.

Parrandas y reuniones
Las parrandas eran otra parte esencial de la Navidad. Vecinos y familiares se reunían para tocar música, bailar y compartir anécdotas, y muchas veces se armaban encuentros alrededor de un toca discos o equipo de sonido, escuchando sus vinilos o LPs de música navideña.
“Se reían con los vecinos, contaban historias y vivían la magia de la época”, rememora Freites.
La gastronomía navideña
La comida también tenía su encanto. Antes, el pollo era un lujo que solo se consumía en ocasiones especiales, pues se criaba en el campo y se llevaba vivo a la ciudad. En Nochebuena, lo tradicional era la pierna de cerdo, que las panaderías horneaban por encargo y entregaban con el nombre del cliente. El moro de guandules, ensalada verde y espaguetis en salsa roja también eran parte de los festines familiares.

La comunidad y el barrio
Freites recuerda la importancia de la vecindad: compartir café y dulces, intercambiar platos de comida y mantener la cercanía familiar y barrial. A medida que se construyeron edificios y apartamentos, muchas de estas costumbres se fueron perdiendo, pero la esencia de la Navidad dominicana permanece en quienes las recuerdan y las reviven cada diciembre.
Un legado de nostalgia y alegría
Para Freites, la Navidad no es solo alegría; también hay nostalgia por los que ya no están, por los tiempos pasados y por la inocencia de la infancia.
“La magia estaba en los pequeños detalles: la hierba bajo el árbol, el carmín en las mejillas de las jóvenes, los aguinaldos, las fogatas después de las doce campanadas, y la ilusión de los Reyes Magos entrando por la ventana”, recuerda.
Aún con los cambios de la modernidad, la esencia de la Navidad dominicana se mantiene viva en la memoria colectiva, recordándonos la importancia de la familia, la comunidad y la alegría de compartir.
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Katherine Espino
Katherine Nicole Espino Cuevas. Periodista, locutora profesional y CMM. Máster en Comunicación Política Avanzada por Next Educación (Madrid). Amante de la escritura bien hecha, las historias con sentido humano y las causas sociales. Creo en la comunicación con propósito, en los valores y en...