Laudato Si (2015) y Fratelli Tutti (2020) son propiamente las únicas dos encíclicas de Francisco. La primera, llamada Lumen Fidei (2013), es considerada obra de Benedicto XVI y Francisco, ya que a la renuncia del primero estaba elaborada una primera redacción y Francisco trabajó a partir de la misma. Ambos textos, LS y FT, forman una profunda unidad con la persona de Francisco y su prédica del Evangelio a través de gestos significativos en su vida y la reforma que está impulsando en la vida de la Iglesia. Lo que él denomina una Iglesia “en salida”.
Laudato Si y Fratelli Tutti tienen en común la herencia del pensamiento, la espiritualidad y la vida de San Francisco de Asís (1811-1226). Ambas Encíclicas procuran una visión universal de la relación entre los seres humanos y de los seres humanos con la naturaleza. Además la segunda, más que la primera, es la síntesis organizada de muchos mensajes y discursos de Francisco durante sus 7 años ocupando la sede de Pedro.
El tema central de Laudato Si es el cuidado de la casa común frente a todas las acciones destructivas del medio ambiente que vienen desarrollándose y que ha ocasionado el cambio climático.
Francisco pone el dedo en la llaga de los intereses económicos que van destruyendo la naturaleza para enriquecer a una minoría y la promoción del consumismo como falsa felicidad para las mayorías.
Merece destacarse el concepto de ecología integral, y la relación entre ciencia, humanismo y ciencias sociales para abordar el problema de la crisis medioambiental.
En Fratelli Tutti la crítica va dirigida a todas las modalidades de ruptura de la obligada fraternidad entre los seres humanos. Se destacan pasajes muy precisos en contra de: el racismo, el rechazo a los inmigrantes, la falta de diálogo interreligioso, el exceso de defensa de la propiedad privada, la misoginia, la pena capital, las relaciones internacionales basadas en el egoísmo y las guerras.
La gran propuesta que una y otra vez aflora en el texto es reconocer a todos los demás como hermanos. La reflexión sobre la parábola del Buen Samaritano pasa a ser el núcleo duro de su argumento. Francisco enfatiza la pérdida del sentido de la historia y el daño que hace el individualismo. Ojo con la democracia que por lo visto va a ser una de las grandes víctimas de esta pandemia.
Ambas encíclicas tienen la vocación de formar un solo texto argumentativo que debemos emprender los católicos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad que se sientan llamados a divulgar el mensaje de ambas Encíclicas. Si con LS Francisco nos estimuló en la investigación sobre el ecosistema planetaria y la creación de soluciones para los problemas que enfrentamos con el cambio radical del clima, en FT nos convoca a emprender un esfuerzo colosal en la promoción de las humanidades y las ciencias sociales desde una óptica de la fraternidad del género humano.
Gravita sobre esta última (FT) los efectos de la pandemia que en gran medida es resultado de las advertencias de la primera (LS). Y es indudable que no podemos trabajar para reconstruir la casa común hasta que no seamos capaces de vivir todos fraternalmente.
Francisco nos está brindando con ambos textos una nueva fundamentación del pensamiento cristiano con vocación de diálogo con todas las demás tradiciones filosóficas, teológicas y espirituales de la humanidad. “Novedad” que se fundamenta en el siglo XIII con la experiencia franciscana y con el Evangelio, y que toma distancia de la promoción del egoísmo, la codicia y la violencia que algunos intentan justificar falsamente como parte del cristianismo.
Cito el acápite 286 de FT como cierre de este artículo. “En este espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, me sentí motivado especialmente por san Francisco de Asís, y también por otros hermanos que no son católicos: Martin Luther King, Desmond Tutu, el Mahatma Mohandas Gandhi y muchos más. Pero quiero terminar recordando a otra persona de profunda fe, quien, desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos. Se trata del beato Carlos de Foucauld” Este último me acompaña todos los días gracias a mis lecturas juveniles de Carlo Carretto.