La designación de Milagros Ortiz Bosch al frente de la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción y la promesa de nombrar gobernadoras en todas las provincias luce que es la expresión de empoderamiento de mujeres en la nueva administración, pero no lo es. El gobierno entrante debe modificar las funciones de ciertas instancias del Estado para que tenga sentido ese esfuerzo de lograr cierta equidad de género en el Gobierno.
Comenzando por la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción, su tradición está más ligada a la prédica de valores y acciones pedagógicas -lo cual es loable- que a una efectiva persecución contra la corrupción en el Estado Dominicano. Ya que existe una Dirección Nacional de Persecución de la Corrupción Administrativa sería ideal que las funciones de esta Dirección fueran el corazón de la Comisión Nacional y estoy seguro de que la Dra. Ortiz Bosch haría muchas cosas positivas en ese terreno. La corrupción pública en nuestra sociedad es sistémica y no se resuelve con prédicas y charlas, hay que investigar, organizar casos y presentarlos a los tribunales.
Para realizar tal tarea se necesitaría contratar a abogados jóvenes de sólida formación profesional y bien remunerados para que en este país comience un efectivo proceso de persecución y sometimiento a la justicia de los muchos casos que están inicialmente denunciados en la prensa y que no se ha hecho acción alguna para instrumentarlo. El segundo predicado de la Comisión -Combate a la Corrupción- únicamente puede cumplirse si se le da la potestad de Ministerio Público a dicha entidad u otra fórmula semejante. Si no es así, estaríamos desperdiciando la capacidad e integridad de Milagros para colocarla en un púlpito moralista.
El segundo asunto es igual de grave. En nuestra sociedad las gobernaciones provinciales son sinónimo de impotencia. Sin funciones, salvo llevar las quejas de las provincias al Presidente -cuando él está de humor para escucharlas-, son puestos para gente con piel de suela, porque deben dar la cara por todo lo que la gente en cada demarcación considera que es un problema que debe llegar al presidente -desde una carretera hasta una ayudita para pagar una funeraria- y el (o la) incumbente no tiene como responder salvo prometer que llevará su inquietud a las “altas esferas del poder”.
Si efectivamente Luis Abinader quiere empoderar a las mujeres con esos puestos, deberá hacer pronto una reingeniería de estos para que las designadas -además de Milagros- puedan desplegar acciones significativas y no servir únicamente de elementos decoradores. Falta más o menos un mes para que se haga esa tarea. Y por supuesto debe considerar incluir mujeres en muchos de los ministerios y direcciones que faltan por definir, siempre ponderando en la candidata su capacidad profesional y vocación de servicio público con integridad.