Al igual que en el hombre, en la mujer, el componente socio-cultural tiene vital importancia en su comportamiento.
Lo femenino traduce el sentimiento, la afectividad, la mística, la entrega, la sensualidad, la receptividad, el amor incondicional.
El placer, el erotismo y las manifestaciones de la sexualidad continúan, en parte reprimidas. Esto provoca que se manifiesten de manera inconsciente en determinado accionar de nuestra vida.
Algunas mujeres se comportan de forma diferente de lo que espera la sociedad, lo que trae sensaciones de culpabilidad y autocrítica, y otras, tienen ciertas dificultades para su interacción con los hombres, que produce en ellas sensaciones no agradables y una contracción emocional que las hace infelices.
En general, la mujer es más emotiva, sentimental y moralista que el hombre, y domina con maestría su impulso sexual primario.
Claro que incide de manera directa la forma en que han llegado las informaciones en cuanto a la sexualidad masculina y femenina que hasta hace poco nos mostraba que la energía de la sexualidad era solo procreadora, la demostración de los sentimientos solo estaba destinada a nosotras, la naturalidad y responsabilidad de la maternidad y el manejo de los hijos era solo un rol femenino, la emotividad nos correspondía, nos marcaba y no nos permitía disfrutar de la sexualidad.
La función psíquico-biológica dela sexualidad en la mujer está cambiando a ser legítima y más positiva en este siglo y hay mayor apertura para liberar esa energía sexual que nos pertenece y deseamos compartir.