San Pédro de Macorís.-Ramona Romero es de las pocas mujeres que no se inmuta si le preguntan su edad, y rápidamente responde: Tengo cincuenta.
Pero al cuestionarla en relación a la edad en que se casó le sale una gran carcajada ja, jaaaaa.. ¡ay! yaaa , hasta exhibir la denominada muela del juicio.
Uhhhh imagínese usted, con decirle que mi primer hijo lo parí a los quince, eso no tiene madre ni padre tampoco, reflexiona la humilde mujer que desde sus primeros años de adultez dice trabajar no sabe en cuantos oficios, eso sí, asegura que con honradez.
Romero da gracias a Dios porque sus tres hijos ya están grandes y del esposo dijo: Agradezco a Dios que se murió.
Esa situación evidencia lo bueno que era y lo bien que se portó. Atada a una escoba de guano, que la transporta a una de las tantas tareas que la han ayudado a sobrevivir, la hoy dependiente de una mini cafetería en la escuela Puerto Rico detalla que ha trabajado en casas de familias, vendiendo ropas en las patronales y muchos otros oficios que le generen el peso.
Con el pecho erguido y el rostro un tanto melancólico, recordó los tiempos en que cortaba ramos para elaborar escobas y venderlas a cinco y diez centavos entre sus vecinos y allegados.
Yo hacía escobas de guano, cana y calgagua, que me toman unos 15 minutos, además de las de campo o escobas dulces como se les conoce, contó Romero, tras reconocer que nunca ha saboreado la dulzura de este último modelo, su grato sabor, sólo lo aprecia en el beneficio metálico que por tiempo le ofreció.
Ella es un ejemplo de entrega, especialmente al tomar en cuenta que no le pone cara al trabajo.
Espera mejorar sus condiciones de vida para cuando le coja la vejez contar con una mayor seguridad.
De sus hijos espera que estudien para que corran una mejor suerte tanto en términos laborales como en el amor, ya que su experiencia no fue la más halagadora con el abandono de su esposo.