Mujéee, Mujéee ¿Y dónde diablo tan loj “tuyuyuse” de plátano que yo traje pa´ la cena?

Mujéee, Mujéee ¿Y dónde diablo tan loj “tuyuyuse” de plátano que yo traje pa´ la cena?

Mujéee, Mujéee ¿Y dónde diablo tan loj “tuyuyuse”  de plátano que yo traje pa´ la cena?

Después de la dura faena en el campo agrícola, Lico pasó por el mercado a comprar plátanos y una “acompaña de arenques” para la cena de esa noche. La comunidad de Villa Jaragua pasaba por una precaria situación y la mayoría de los hombres “echaba día” para ganarse el sustento familiar.

No era el caso de Lico. Tenía un pequeño predio que no le estaba produciendo nada, producto de la fuerte sequía que asoló la zona después de los embates del ciclón David en 1978. Ante la situación, no le quedaba otro remedio que comprar sus plátanos en el mercado de la comunidad.

Lico, un tradicional campesino de carácter recio y decidido, era directo al hablar, conocido porque “no tiene pelos en la lengua” y decía las cosas “como son”, sin ambages. Con el tiempo fue perdiendo la visión y su oftalmólogo le recetó unos “lentes culos o fondos de botella”, de gruesos vidrios y excesivo aumento que recetan a las personas casi ciegas.

La mujer de Lico, Librada, se quejaba frecuentemente de los arrebatos de su compañero de más de 70 años de edad.

-Él nunca tá conforme con ná, siempre tá poniendo “periquito” a laj cosa”, expresó.

En su casa no podía faltar la comida, vivía acarreando alimentos para la familia y hasta para algunos vecinos. Era una persona desprendida y tras su carácter fuerte, se escudaba un hombre dado a ayudar a los demás. Un día se apareció con su mula con un cargamento de plátano, arroz, yuca, batata y otros víveres.

 Sorprendida, Librada le preguntó para qué tanta comida y éste respondió:

-¿Cómo que tanta comía? Tú tá loca mujer. La que tú no quiera me la deja ahí pa llevárselo a la comadre Josefa. Esa pobre mujé depué que se le mató el marío tá pasando mucha penuria -dijo Lico.

-Y esa bondá tuya con Josefa-reprochó de inmediato Librada, y prosiguió:

-Tú cree que yo soy bruta, yo sé que tú sale dizque pal conuco y te queda donde esa mujer a bebé café, tú cree que a mí no me lo han dicho”.

-Mira mujer del carajo, no me venga ahora con tu celo, tú no vé que esa mujé necesita de la ayuda del prójimo”,-insistió Lico.

-Yo sí sé la ayuda que tú quiere dá, a otra tonta con eso; no a mí Lico, yo te conoco muy bien,-manifestó Librada.

Lico se enfureció y dio dos “planazos” con su machete en uno de los palos que sostenía el bohío de madera queriendo callar la boca de Librada:

-Mira mujé, déjate de tuj pendejá y de hablar “caballase” que tú me conoce…

-Por eso mimo, porque te conoco bien; pa, qué tú cree que tenemo casi 50 año junto-insistió la mujer.

En la pequeña comunidad de Villa Jaragua eran conocidos los “trueques” que Lico hacía con mujeres haitianas que iban a su “conuco” a comprar productos agrícolas. Se decía que las haitianas salían cargadas de plátanos y otros rubros de la propiedad, pero éste nunca llevaba un “chele” a su casa producto de esa venta.

-¿Y loj cuarto de la venta que le hicite a laj´aitiana?-le inquiría Librada.

-No venga a “fuñí” con eso mujé, que tú sabe que eso chelito yo lo cojo pa´comprá billete pa´, ve si no sacamo el premio de la Lotería-decía Lico para salir del apuro.

Cuentan que en una ocasión Lico había ido al mercado a vender miel de abejas de las que producía en su colmena. Una fornida haitiana de glúteos exuberantes, con falda ancha y con poco o ningún atuendo interior, se “aplastó” a comprar frente al “vivaracho” agricultor.

La mujer pidió a Lico que le vendiera dos botellas de mieles y éste, que sacaba el producto de una lata, quedó tan “embelesado” con las “entrepiernas” de la haitiana que, en vez de echar la miel en la botella, la desparramaba en el suelo. La haitiana, con una tranquilidad socarrona, expresó a éste:

-Don Lique, don Lique, recogé su miél del suelo que yo va a tapá mi “cuque”… 

La historia salió del mercado y se regó por toda la comunidad. Pero pasó el tiempo y la gente olvidó, menos Librada que la guardó para sí y se la enrostró a Lico cada vez que tuvieron una discusión.

La tarde de ese sábado había transcurrido con una abrasante, extenuante luz solar. Lico llegó a su casa y llevó a su mujer “esos tuyuyuses de  plátano” para comérselos en la cena con arenques y un“aguacatico”.

Mira loj “tuyuyuse” de plátano que compré en el mercado para la cena -expresó Lico entusiasmado. Librada asintió y se puso de inmediato a cocinarle a su marido.

Al poco rato la mujer sirvió la cena y llamó a su esposo para que acuda a la mesa. Lico, que había “hecho cerebro” con sus plátanos, los arenques y el aguacate, se sentó y se quitó los “lentes culos o fondos de botella” y se dispuso a comer, cuando de repente se extasió hacia atrás en la silla y voceó a su mujer que todavía estaba en la cocina:

-¡Librada, mujé del carajo!, ven acá, y “loj tuyuyuse” de plátano que traje pa la cena dónde tan!

-Ahí te lo serví Lico, tan ahí en la cena-dijo ésta calmada.

-Yo no lo veo aquí, yo no lo veo; aquí lo que hay son uno guineíto, mujer de Dio-casi imploró el agricultor.

-Mira hombre, ponte tu maldito epejuelo “culo e botella” pa´que pueda ver tu “tuyuyuse” de plátano, te tá volviendo loco…-ripostó la mujer.

Lico se puso sus lentes y vio de nuevo sus enormes plátanos como creyó que eran cuando los compró en el mercado.

Moraleja: Si quiere seguir viendo como “buenas y válidas” las “tuyuyuses” iniciativas de los “políticos del patio” y de personas relacionadas, no ose hacer como Lico que se quitó los lentes a la hora de cenar y despertó lleno de espantos y sorpresas. Conserve puesto sus lentes y seréis por siempre felices.

*El autor es periodista