Muerte en el Reid Cabral y presupuesto

Muerte en el Reid Cabral y presupuesto

Muerte en el Reid Cabral y presupuesto

Carlos Salcedo

Cuando vi en los medios de comunicación lo de la sentida muerte de once niños en el Hospital Robert Reid Cabral el pasado fin de semana, posiblemente por negligencia, por falta de oxigeno y otras razones, independientemente de los casos de muertes justificadas, me dije que era de las pocas veces en hay que rasgarse y no rasgarse la vestidura al mismo tiempo.

Tal acontecimiento nos llena de dolor, rabia e indignación, pero también, cuando vemos la cantidad de niños fallecidos permanentemente en ese y otros centros hospitalarios, no debemos exagerarlo ni dramatizarlo en este momento.

No porque no tengamos un gran malestar por ello, sino porque han tenido que ocurrir once muertes en solo tres días para darnos cuenta del drama que está viviendo ese hospital y otros que igualmente están pasando por una situación difícil, por la falta de recursos o lo inoportuno de su llegada o por la incapacidad administrativa, de gestión o insuficiencia de facultativos y de personal de soporte.

La desgracia nos compete a todos, no para autoflagelarnos, sino para que hagamos una revisión inmediata de qué tanto y con qué intensidad se está fiscalizando la calidad y amplitud del servicio de salud, el compromiso hipocrático de los médicos y el cumplimiento de las obligaciones del resto del personal, de sus condiciones de trabajo, pero sobre todo de la distribución del presupuesto general de la nación.

Tenemos serias limitaciones presupuestarias para enfrentar adecuadamente los retos que implica el desarrollo humano en nuestro país.

Pero si queremos tener larga vida y salud para nuestra población, educación y nivel de vida digno y con ello que crezca la esperanza de vida al nacer, que aumente la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta combinada de matriculación en educación primaria, secundaria y superior y los años de duración de la educación obligatoria y que se incremente el ingreso per cápita, debemos repensar seriamente la distribución del Presupuesto General de la Nación y su ejecución, teniendo en cuenta nuestras disponibilidades y el uso racional y eficiente de los ingresos nacionales.



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