Una muñeca y alguna ropa quedan tendidas en el lugar, mientras los rescatistas continúan la búsqueda en el lugar donde se sucitó un alud en Cambray, un vecindario del suburbio de Santa Catarina Pinula, a las afueras de Ciudad de Guatemala, el sábado 3 de octubre de 2015. El sábado se recuperaron más cuerpos luego de que se colapsara una ladera sobre una zona residencial y se teme que haya más personas enterradas en los escombros. (Foto AP/Luis Soto)
Guatemala.- Un alud de tierra y lodo detuvo a medio texto, a media oración, a medio sueño la vida habitual de la familia de Manuel Sandoval y Maritza Aquino.
Una noche de jueves como otras, la nuera Tanya García había llamado a su madre como todas las tardes. Le preocupaba su presión sanguínea.
La nieta Melany Sandoval intercambiaba mensajes con un amigo en otro estado de Guatemala, y de repente, la conversación se detuvo.
En total, siete miembros de la familia murieron y cuatro más siguen desaparecidos de la vivienda que Sandoval construyó hace 16 años en el fondo del cañón, en el cual él, su esposa Maritza, sus tres hijos y familiares habitaban.
Ellos son algunos de los 69 fallecidos, y posible cientos más, que quedaron bajo tierra el jueves, luego de que las lluvias provocaran que la ladera colapsara a las afueras de Ciudad de Guatemala.
Pablo Sandoval, el único hermano sobreviviente, estaba en el trabajo al momento del desastre y dijo que se enteró por un amigo que había sucedido una tragedia en su vecindario. Cuando llegó a casa “solo veía tierra, nada más”. Su trabajo era recuperar e identificar los cuerpos.
Un tipo robusto, abrazó y compartió lágrimas con varias personas que pasaron por el refugio instalado tras la tragedia en una plaza de la ciudad, con espacio suficiente para colocar siete ataúdes. “Éramos una familia trabajadora, luchadora, desde mis padres hasta la más pequeña”, dijo.
“Muy cariñosa. La mejor”. El sábado, rescatistas utilizaron picos y palas para recuperar más cuerpos de los escombros mientras un funcionario de emergencias señaló que se creía que había otras 350 personas desaparecidas.
Las autoridades municipales dijeron que se pensaba que había 300 personas desaparecidas, porque algunas de ellas no estaban en la zona al momento de los hechos.
Julio Sánchez, portavoz de los bomberos voluntarios de Guatemala, dijo que es posible que la cifra de muertos incremente mientras los cuerpos de emergencia excavan el lugar donde unas 125 casas quedaron enterradas en Cambray, un barrio en el suburbio de Santa Catarina Pinula.
Con el paso del tiempo, hay menor esperanza de encontrar sobrevivientes. “Solo un milagro puede salvarlos”, dijo la rescatista Inés de León.
Decenas de familias como los Sandoval esperaban afuera de una morgue improvisada ante la llegada de más cuerpos, con la esperanza de encontrar a sus seres queridos. Sandra Escobar dijo que su madre estaba dentro viendo los cadáveres en busca de familiares, incluyendo tías, tíos, primos y sobrinos.
En total, dijo que no tienen noticia de 20 familiares desde el alud. Santa Catarina, una municipalidad en el condado de Guatemala, ubicada justo después de los límites de la ciudad, es un suburbio de clase media para trabajadores gubernamentales, vendedores, taxistas y cocineros.
La noche del sábado, gran parte de sus habitantes salieron a la plaza de la localidad, frente a una iglesia blanca con cúpulas en azul claro, donde se realizarán muchas de las misas para los difuntos.
El kiosco central, con su techo de teja roja, estaba lleno de donaciones, leche, jugos, ropa, papel higiénico, arroz. La gente lloraba en la plaza y en el refugio de Sandoval, donde varios voluntarios cocinaban grandes ollas de arroz, frijoles, pollo y tortillas.
La familia extensa de Sandoval se enteró del incidente por el mensaje en Facebook de un familiar. “Avisa a los familiares que ha habido un accidente”, se leía en el mensaje, de acuerdo a Alma Salic, la madre de Tanya García.
Muchos condujeron toda la noche desde otras partes de Guatemala, algunos desde la provincia de San Marcos y otros desde Petén.
Eduardo Pérez, de 17 años y quien pasó a rendir el pésame, estaba cocinando la cena colina arriba de donde vivían los Sandoval, cuando se deslavó la ladera.
Él y varios más corrieron con palos para intentar rescatar a los atrapados, escalando por los techos para sacar a las personas.
En una casa, logró sacar a dos niños, un adolescente de 16 años y a su madre. “La hermana de 15 años estaba enterrada.
Solo se veía el brazo y nada más”, dijo. Las fotografías en los ataúdes en el refugio de Sandoval mostraban como sus vidas habituales habían sufrido un final abrupto. Sandoval tenía trabajos en el gobierno y Aquin trabajaba en una escuela para invidentes.
Estaba cerca de jubilarse. El hijo José Sandoval, conocido como “Johnny”, venía accesorios de teléfonos celulares y era gran seguidor del equipo de fútbol Gallos de Zacapa.
“A mi nieto y mi yerno y mi nieto les gustaba jugar fútbol”, dijo Salic. “Era un buen yerno, quería mucho a mi hija y mis nietos”. Su nieto, Bryan Sandoval, de 17 años, fue fotografiado con un gran trofeo tras una competencia de bandas. Era baterista.
La hermana mayor, Melany, de 19 años, había terminado el bachillerato y pensaba en trabajar y estudiar leyes. “Siempre estuvimos juntos.
Fuimos de vacaciones juntos, cuando éramos niños, a la casa de mi abuelita en Zacapa”, dijo la prima, Karla Pirir Sandoval, de 27. Rompió en llanto al recordar las navidades pasadas. “Todas las navidades llegaban a comer con nosotros”.