MANAGUA.-El poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, quien falleció este domingo en Managua a los 95 años, es reconocido como un símbolo de la poesía revolucionaria de su país y de América Latina.
Luciendo su boina negra, jeans y camisa campesina, el autor de “Epigramas“ recorrió el planeta con sus versos y vivió hasta sus últimos días con una lucidez que provocaba asombro y admiración en el mundo literario.
Considerado uno de los poetas más importantes y premiados de Nicaragua, Ernesto Cardenal nació en una acaudalada familia de la ciudad colonial de Granada, al sureste de Managua, el 20 de enero de 1925.
Se hizo sacerdote en Colombia, se adhirió a la Teología de la Liberación y más tarde fundó en la isla de Solentiname, en el Gran lago de Nicaragua, una comunidad de poetas y pintores campesinos que se convirtió en un símbolo de la oposición a la dictadura de Anastasio Somoza, derrocado en 1979 por los sandinistas.
Si bien apoyó activamente a la revolución sandinista (1979-1990) y fue ministro de Cultura durante el primer gobierno del actual presidente, Daniel Ortega, el afamado artista se distanció luego de sus otrora camaradas por disentir del liderazgo partidario que acapara desde hace décadas el exguerrillero sandinista.
Tras el retorno de Ortega al poder en 2007, el poeta denunció el inicio de “una dictadura familiar“ y fue objeto de demandas judiciales que él atribuyó a una “persecución política“ por sus implacables críticas al líder sandinista y a su mujer, la actual vicepresidenta Rosario Murillo.
Con la misma vehemencia, criticó también la beatificación del papa Juan Pablo II en 2014 por considerarla “una monstruosidad“ del Vaticano.
Sin embargo, no escatimó elogios hacia el actual pontífice, Francisco, y sus llamados a construir un mundo mejor para los marginados.
Su discordia con Karol Wojtyla data de 1983, cuando el papa lo reprendió públicamente en el aeropuerto Sandino de Managua, en el inicio de su primera y muy tensa visita a Nicaragua.
“Usted debe regularizar su situación”, le dijo el pontífice, blandiendo el dedo índice frente al sacerdote de boina negra y jeans, que humildemente se arrodilló frente a él e intentó besarle la mano, que el papa retiró.
El incidente, registrado en la prensa mundial, tenía que ver con una exigencia del Vaticano para que Ernesto Cardenal y otros tres curas abandonaran sus altos cargos en el gobierno sandinista, lo cual no fue aceptado por los sacerdotes revolucionarios.
Luego, durante una misa campal nocturna en Managua, el papa fue interrumpido varias veces por grupos de exaltados partidarios sandinistas que exclamaban “Queremos la paz”, mientras demandaban una oración por sus muertos en la guerra “contra”.
“Yo trato de vivir con el mensaje del Evangelio, que es un mensaje político, que es cambiar el mundo para que haya un mundo mejor después de 100.000 años de desigualdad“, declaró en una ocasión Cardenal, quien además de poeta y ensayista fue escultor.
En 2015, al cumplir 90 años, Cardenal recibió emotivos homenajes en México –país donde vivió y estudió teología siendo joven– porque el gobierno de Nicaragua prefirió el silencio hacia quien no tenía reparos en criticar la soberbia y el autoritarismo.
A raíz de la rebelión social que estalló el pasado 18 de abril con protestas estudiantiles y que dio paso a la peor crisis de Nicaragua en décadas, el escritor tomó partido inmediatamente por los opositores.
“Lo que queremos es que haya otro gobierno, una república democrática. ¿Para qué diálogo? Nada de diálogo“, afirmó al dar a conocer una declaración de su puño y letra en la cual aplaudía con entusiasmo a la juventud por haber recobrado las calles. “El diálogo no tiene sentido porque un diálogo es para entenderse, y nosotros no nos podemos entender“, dijo.
También opinó que fueron proféticas las palabras de su hermano Fernando, un sacerdote jesuita que en 1980 dirigió la Campaña de Alfabetización y falleció en 2016: “Mi esperanza es que los jóvenes vuelvan a las calles a hacer historia“.
“Ahora repentinamente en todo el país han surgido los jóvenes en protestas, tomándose las calles. Algo que no se esperaba porque la juventud parecía dormida, o que sobre ella había caído una losa sepulcral.
Mi hermano lo habrá visto ahora desde la eternidad. Nicaragua en todas partes ha resucitado“, aseveró.
El 18 de febrero de 2019 y mientras Cardenal se recuperaba de una infección renal en un hospital de Managua, el Vaticano anunció la decisión del papa Francisco de suspender la sanción impuesta por Juan Pablo II al cura nicaragüense y que, durante 35 años, le impidió ejercer el sacerdocio.
Amigo íntimo del escritor Sergio Ramírez y de la poeta Gioconda Belli, también opositores a Ortega, Ernesto Cardenal recibió en vida numerosos premios y reconocimientos, incluyendo el Premio Reina Sofía de Poesía 2012, en España, y el Premio Alemán de la Paz, en Berlín.
Sobre su obra, el poeta argentino Jorge Boccanera afirmó: “Ernesto Cardenal pierde su vida y a la vez la encuentra en una profunda entrega; en consagrarse y brindarse en ese diálogo del alma y la sangre que abarca en un solo as el hacer poético y la fe religiosa con el compromiso político“.
En su trayectoria literaria figuran obras como Hora cero (1957), Epigramas (1961), Salmos (1964), Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965), El estrecho dudoso (1966), Mayapán (1968), Homenaje a los indios americanos (1969), En Cuba (1972), Canto nacional (1972), Oráculo sobre Managua (1973), El Evangelio de Solentiname (1975) y Canto a un país que nace (1978).
También publicó Tocar el cielo (1981), Vuelos de la victoria (1984), Quetzalcóatl (1985), Los ovnis de oro (1988), Cántico cósmico (1989), El telescopio en la noche oscura (1993) Vida perdida (1999), Los amores del mal (2006), Este mundo y otro (2011), la antología Somos polvo de estrellas (2013), Así en la Tierra como en el Cielo (2018) y su última obra, Hijos de las estrellas (enero de 2019).