Lisboa.- “A Isabel, porque nada pierde o repite, porque todo crea y renueva». Así elogiaba José Saramago en la dedicatoria de “Memorial del Convento” a Isabel de Nóbrega, que fue su compañera y musa y a quien borró en posteriores ediciones. Hoy, los portugueses la recuerdan tras conocerse su muerte a los 96 años.
Nóbrega, fallecida este jueves en Estoril, fue mucho más que la inspiradora del Nobel de Literatura portugués. Cronista con alrededor de 3.000 textos publicados, autora de cuentos, obras de teatro y literatura como “Vivir con los otros” (1964), su obra es indisociable de la afirmación femenina en un país ahogado en la dictadura salazarista.
Nacida con el nombre de Maria Isabel Guerra Bastos Gonçalves en el seno de una familia acomodada y poseedora de una belleza de corte aristocrático que fascinaba al combinarse con su seguridad, sus logros culturales han sido a menudo eclipsados por su vida privada, sobre todo durante la década de los 60 y 70.
En ella destaca el escándalo que supuso que abandonase a su marido en el Portugal de 1954 para iniciar una relación con el reconocido crítico literario João Gaspar Simões, al que a su vez dejó a finales de los 60 por José Saramago. No llevó bien Gaspar Simões la ruptura.
“Las manos y los guantes» (1975), fue la obra que escribió para reaccionar varios años más tarde, y en la que contaba la historia de Albertina o Tininha, una mujer de tendencias bolivarianas que coleccionaba amantes y vivía en un mundo de fantasía.
Isabel de Nóbrega nunca se pronunció sobre la obra, aunque sí lo hizo sobre la producción de Saramago, con el que mantuvo una relación hasta mediados de los años 80 y que también acabó haciéndola musa e inspiración de personajes como Blimunda, central en “Memorial del Convento” y con el poder de observar el interior de las personas.
Nóbrega contaría que fue ella la que propició el nombre del personaje, inicialmente bautizado por Saramago como “Mariana Amália». “Le llamé. (Le dije) ‘Está lindo, todo correcto, menos una cosa que tienes que enmendar, Mariana Amália. Ten paciencia, cuando fuiste a la biblioteca y recogiste nombre de la época tienes que haber encontrado uno que se pueda ver”, rememoraba Nóbrega en una entrevista concedida en 2009.
“Tiene gracia porque él me llamaba siempre ‘brujita’, porque creía que yo veía muy bien a las personas por dentro”, agregaba, sobre posibles paralelismos entre ella y el poder de Blimunda.
“Memorial del Convento” le reconoció en su dedicatoria su importancia, pero una vez concluyó la relación entre la autora casi aristocrática y el escritor comunista -muchas veces mirado por encima del hombro cuando iban de la mano- el recuerdo de Isabel de Nóbrega fue borrado.
Su dedicatoria se reescribió en posteriores ediciones, una actitud recordada en la prensa portuguesa como “estalinista” hacia una mujer que frenó la producción de ficción mientras estuvo con el Nobel.
Su obra más destacada es “Vivir con los otros”, que escribió en 1960, con 35 años, y que le valió el premio literario Camilo Castelo Branco. Destacan los críticos su madurez sobre las relaciones humanas, el uso de la consciencia en la narración que también marcó “La señora Dalloway” de Virginia Woolf. No solo escribió para periódicos, también trabajó en televisión y radio antes de retirarse de la escena pública hace diez años