En su singular e insoslayable empresa autodenominada arqueología literaria, el escritor y crítico Manuel Mora Serrano emprende un cuestionamiento radical a ciertos presupuestos y mitos propios de la tradición crítica en la evolución poética dominicana, como también, de lo que entiende mezquindades y regateos de ciertas figuras preponderantes en la historia literaria y crítica de nuestro país, sobre todo, Max Henríquez Ureña, Pedro René Contín Aybar, Manuel Rueda y Diógenes Céspedes, respecto de la llegada tardía o no de los ismos del siglo XIX y las vanguardias del siglo XX a nuestra poesía.
De igual manera, desmonta la valoración prejuiciada a favor de una figura o una poética en detrimento de otras. Con sus ensayos “Postumismo y vedrinismo.
Primeras vanguardias dominicanas”, de 2011 y “Modernismo y criollismo en Santo Domingo en el siglo XIX (la turba letrada y los mitos literarios)”, de 2018, el investigador y creador se vuelve una auténtica maquinaria de revelaciones, de hallazgos que dan al traste con frágiles o infundados argumentos que operaron como verdades incontrovertibles, repetidas hasta la saciedad en la historia literaria nacional.
Mora Serrano utiliza fuentes bibliográficas fehacientes que convierten en difícilmente refutables sus argumentos contra lo que, basándose en la expresión de Domingo Moreno Jimenes llamó la turba letrada.
Mora Serrano, en el ámbito del siglo XIX, cuestiona el error miope de nuestra crítica de considerar que el modernismo, que había triunfado con la publicación de las ediciones de “Azul”, de Rubén Darío, entre 1888 y 1890, y de “Prosas profanas” en 1897, aparece tardíamente en nuestro panorama, es decir, en 1901, con versos de Pedro Henríquez Ureña, o bien con el poema “Mi vaso verde”, de Altagracia Saviñón, publicado en la revista “La cuna de América”, en 1903. O si acaso, en 1907 con la publicación del soneto “Virginea”, de Valentín Giró.
En realidad, en 1898, el modernista dominicano por excelencia, Tulio M. Cestero, publicó su libro de ensayos sobre figuras preponderantes del modernismo, además de otros autores contemporáneos, titulado “Notas y escorzos”, y, por si fuera poco, en 1884, el poeta mayor de entonces, José Joaquín Pérez, publicará unos versos de un joven poeta nicaragüense, sin el oropel de la fama, recogidos de un folleto titulado “Poesías de adolescente”, que Darío reconoció como suyos.
Estas evidencias destronan el criterio asentado de Max Henríquez Ureña en su obra “Panorama histórico de la Literatura Dominicana” (Río de Janeiro, 1945), según el cual, es después de 1900 que se inicia el modernismo en la poesía dominicana, lo que hace tardía su aparición.
En cambio, el crítico literario y jurista Néstor Contín Aybar, en su “Historia de la literatura dominicana” (UCE, 1986), reconoce en Cestero, y desde 1898, al propagandista del modernismo en nuestro país. Además, en la revista “Letras y ciencias”, fundada por Federico Henríquez y Carvajal en 1892, a la altura de 1893, en su número 44, el escritor Federico García Godoy publica un artículo titulado “La crítica”, en el cual aborda aspectos relevantes del modernismo como el presente estado intelectual. Mientras que en los números 46, 54 y 66 de esa revista, del año 1893, aparecen poemas de figuras modernistas como Julián del Casal, Salvador Rueda y José Santos Chocano.
En 1894, Fabio Fiallo funda la revista “El Hogar”, que tendrá a Cestero como cofundador, y en su primer número del 2 de noviembre aparecerá el poema en prosa “Fugitiva” de la autoría de Rubén Darío.
Mora Serrano evidencia que el primer poema modernista en prosa de la evolución poética dominicana lo publica Cestero en el número 2 de la revista “El Hogar”, el 11 de noviembre de 1894, titulado “Pálida”.