Tantas feas noticias este 2020 me tenían en ascuas acerca de mi viejo amigo el filósofo y científico escocés de origen español don Íñigo Montoya.
Este miércoles recibí nuevas suyas desde Exmouth, Australia, antípoda de Santo Domingo. Habla del filme Volver al Futuro, de Zemeckis y Spielberg.
Su protagonista Marty McFly viaja al pasado. Allá conoce a su madre antes de casarse con su padre. Se plantea la posibilidad de una atracción, de ella hacia él, un extemporáneo Edipo inverso.
De darse, y producirse un embarazo, él sería su propio padre. La paradoja luce imposible si pensáramos en el tiempo sólo linealmente: antes, ahora y después, pasado, presente y futuro. Pero si se pudiese viajar en el tiempo, se plantearía que sólo existe el presente, todos los presentes, al mismo tiempo.
El continuo tiempo-espacio sería una mera ilusión causada por nuestros pobres sentidos.
De coexistir simultáneamente todos los presentes, ¿cambiarían radicalmente la culpa, el miedo, el amor, la política? ¿Serían ayer y mañana realmente hoy? Sólo tendríamos un interminable y sucesivo ahora.