Rafael Molina Morillo (1930-2017) no fue un hombre perfecto (nadie lo ha sido), pero sí tuvo cualidades que hacen sentir orgullosos no solo a su familia, sino también a quienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos o de trabajar cerca suyo.
Entre las cualidades del doctor Molina Morillo podemos destacar su valentía, sencillez, humildad, demócrata cabal, firme defensor de la libertad de expresión, así como su indiscutible honradez.
Bastaría recordar su demostración de dignidad y valentía cuando el golpe de Estado contra Juan Bosch, renunció al cargo de director ejecutivo de “El Caribe”, porque ese medio no condenó el golpe y porque su dueño y director, Germán Emilio Ornes, vacilante, prefirió esperar a ver si los golpistas cumplían o no con las “magníficas” promesas que habían hecho. ¿Cuántos periodistas habrían hecho lo mismo?
Su posición como director de la revista ¡Ahora! fue firme frente al invasor norteamericano en 1965 y no se amilanó cuando militares al servicio de las tropas norteamericanas dinamitaron las instalaciones de la revista el 5 de octubre de 1965.
Por el contrario, su respuesta fue publicar un periódico diario, así nació “El Nacional de Ahora” el 11 de septiembre de 1966.
Gracias a él y al selecto grupo de periodistas que le acompañó en ambos proyectos, en los fatídicos 12 años de Balaguer, tanto “El Nacional” como “¡Ahora!” se caracterizaron por ser una tribuna desde la cual todos los sectores políticos, en especial la oposición y gente no comprometida con el régimen, podían expresar libremente sus ideas.
Vale decir que este principio de defensor de la pluralidad y apertura de los medios de su propiedad o bajo su dirección, Molina Morillo lo mantuvo hasta el último día de su vida.
Como yo, muchos otros pueden dar testimonio de eso. Jamás censuró un artículo por razones políticas o ideológicas.
Otra de sus características fue la sencillez. Aunque en términos profesionales podía considerarse un hombre exitoso: fundador de tres medios, 69 años de ejercicio profesional, propietario fundador de “El Nacional” y la revista Ahora, director de “El Caribe”, “El Nacional”, “Listín Diario” y EL DÍA, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa, Premio Nacional de Periodismo, entre otros muchos galardones, jamás se le escuchó presumir de nada.
Al contrario, su humildad era una de sus prendas más destacadas.
Qué distinto a aquellos enanos mentales que al menor reconocimiento, a veces inmerecido o comprado, salen a presumir!
Respeto a los demás: quien le trató de cerca sabe que eso que dijo su hijo José Antonio en el homenaje que se le hizo el pasado martes en la explanada de los periódicos Hoy, El Nacional y EL DÍA es totalmente cierto: el Doctor era incapaz de subir la voz para imponer su punto de vista, ni para ofender. Era extremadamente respetuoso de la opinión ajena. Eso no quiere decir que no fuera firme.
Respeto a si mismo. Cuando el gobierno lo nombró veedor en Cancillería, lo primero que pidió fue que le dejaran ver la nómina, no se lo permitieron, y sin pensarlo dos veces escribió una carta -la cual me enseñó- y renunció con elegancia, pero con firmeza.
No permitió que lo pusieran de mojiganga. Que yo sepa, es el único que lo ha hecho.
Más que jefe, el Doctor era un amigo, un colega. Un hombre justo, que sabía escuchar al otro, desde el más veterano editor hasta el más novel periodista.
El trato decente que le dispensaba a todos quienes le trataban fue otra de sus características.
Sin embargo, de todas sus cualidades, en este paladín de la libertad de expresión sobresale su honradez. Esa que hoy tanta falta hace en este país, en los partidos, en los medios de comunicación y sobre todo en quienes dirigen el Estado dominicano.