Es un asunto que suele causar las divisiones más profundas en muchos países, y sigue prohibido en muchos de ellos: el aborto.
Un asunto que, también, que tiene un impacto enorme en la vida de millones de mujeres.
Y quienes deciden llevar a cabo la terminación de un embarazo pueden someterse a dos métodos principales: un aborto con medicamentos o uno quirúrgico.
El aborto quirúrgico implica una operación para extraer el embarazo del útero, que puede ser por el método de aspiración o por dilatación y evacuación.
El aborto con medicamentos consiste por lo general en tomar dos medicinas diferentes para terminar el embarazo: la mifepristona y el misoprostol.
Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que si la mifepristona no está disponible, el misoprostol se puede usar solo.
Este medicamento, sin embargo,no fue creado para poner fin a un embarazo. Fue desarrollado para el tratamiento de úlceras gástricas e ingresó al mercado mundial con el nombre de Cytotec a mediados de la década de 1980.
Y fueron las mujeres latinoamericanas las que primero se dieron cuenta de las otras posibilidades terapéuticas del misoprostol y las que diseminaron su uso como fármaco abortivo.
«Información de boca en boca»
«Esto surge en los años 80 con mujeres, obviamente de escasos recursos, que se empezaron a dar cuenta que el medicamento que estaba prescrito para úlceras gástricas provocaba eventualmente el desprendimiento uterino del producto», le dice a BBC Mundo la doctora Georgina Sánchez Ramírez, autora de «Realidades y Retos del Aborto con Medicamentos en México».
«De esta forma, y como se dice vulgarmente, de boca en boca se fue comentando esa posibilidad que tenía este medicamento. Y de hecho el costo no es elevado porque fue diseñado precisamente para las úlceras gástricas«, señala especialista en Género y Salud del Colegio de la Frontera Sur en México.
El misoprostol fue desarrollado en 1973 por la farmacéutica Searle y aunque se comercializó originalmente para problemas gastrointestinales, se descubrió rápidamente que uno de sus efectos secundarios era inducir el aborto espontáneo.
A fines de la década de 1980, como una solución a la penalización del aborto en Brasil, las mujeres comenzaron a recomendar el medicamento, que entonces se vendía sin receta médica, para terminar el embarazo.
En 1987, investigadores en Francia desarrollaron la mifepristona específicamente para la interrupción del embarazo, y se demostró que este fármaco, combinado con misoprostol, era una forma muy eficaz de inducir un aborto.
Pero ya para entonces las mujeres en América Latina, donde el aborto estaba penado en muchos países, estaban haciendo un uso extendido del misoprostol, como explica la doctora Sánchez Ramírez.
«Antes de que en Francia se diseñara la mifepristona, antes de que eso sucediera en un laboratorio francés, en América Latina ya muchos colectivos de mujeres manejaban la información inclusive de en qué dosis y de qué forma utilizar el medicamento que originalmente fue diseñado y sigue siendo utilizado para úlceras gástricas», señala la experta.
Cómo actúa el fármaco
El aborto con medicamentos no requiere un procedimiento quirúrgico y, en la mayor[ia de los casos se puede hacer en casa.
Por lo general se utiliza una combinación de mifepristona y misoprostol.
La primera pastilla que se toma es la mifepristona, que bloquea la hormona progesterona que el cuerpo necesita para que continúe el embarazo.
El segundo fármaco, el misoprostol, se toma de 24 a 48 horas después. Unas horas después de tomarlo se rompe el revestimiento de la matriz, causando dolor, sangrado y vaciado del útero.
La OMS dice que si la mifepristona no está disponible, el misoprostol se puede usar solo.
Como señala la doctora Georgina Sánchez Ramírez, en los países o lugares donde el aborto es ilegal la venta de mifepristona está prohibida. Pero incluso en lugares donde es legal, el uso del misoprostol está mucho más extendido.
«Como la mifepristona está categorizada como un medicamento exclusivo para interrumpir una gestación, no es tan fácil conseguirlo porque efectivamente, se inscribe en la prohibición (del aborto) que tiene cada uno de los Estados o de las ciudades», señala Sánchez Ramírez.
«Y aún en lugares donde se ha despenalizado el aborto, como la Ciudad de México, tenemos referencias de usuarias que indican que en las farmacias de estos lugares no se vende libremente la mifepristona y además tiene un costo bastante elevado».
«Por eso el misoprostol es muchísimo más usado, además de que es más económico», agrega.
«Revolucionario»
Los abortos con medicamentos ahora representan la mayoría de todos los abortos que se practican en lugares donde el procedimiento es legal.
En Estados Unidos, por ejemplo, más de la mitad de todos los abortos que se realizan son abortos con medicamentos.
Además, los estudios muestran que el surgimiento del aborto con medicamentos no sólo ha permitido que muchas más mujeres tengan acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, sino también ha reducido drásticamente la mortalidad y complicaciones del aborto practicado clandestinamente.
«El mundo ideal y donde hay menos muertes y complicaciones por esta causa es donde (el aborto) está despenalizado y donde hay un libre acceso e incluso gratuito a estos medicamentos para interrumpir de forma segura el embarazo, incluso en la comodidad de tu casa», dice la experta del Colegio de la Frontera Sur de México.
Asimismo, el aborto con medicamentos también ha eliminado las barreras que muchas veces demoraban el proceso permitiendo llevar a cabo la terminación del embarazo en tiempos de gestación cada vez más tempranas.
Pero como señala la doctora Georgina Sánchez Ramírez, quizás lo más importante es que el acceso a medicamentos para abortar ofrece a las mujeres un procedimiento más privado y menos invasivo y permite que sean ellas las que adquieran y se autoadministren el fármaco sin la intervención de un trabajador de salud.
«Creo que la parte más importante de esta nueva era del uso de abortos con medicamento es que cierra la verja de acceso y que además saca del escenario los despachos hospitalarios, el poder médico hegemónico y el poder del Estado, siempre y cuando sigan existiendo estos medicamentos, se tenga la información para su uso y se tenga acceso a ellos».