Miseria humana en la política

Miseria humana en la política

Miseria humana en la política

Periodista Luis García

Hace tiempo que se viene observando una progresiva degradación de la actividad política y del ejercicio del poder en la República Dominicana, situación que en el último trienio ha llegado al punto de generar preocupación social.
La rectitud moral del viejo liderato político parece cuestión del pasado.

Esta ha sido sustituida por la miseria humana en la política. Supuestos líderes políticos se venden por dinero o por una promesa de candidatura a un puesto de elección popular, sin reparar en las consecuencias de exponerse a críticas por la exhibición de conductas reprochables.

Quien se vende es tan corrupto como el que compra, especialmente si el pago se formaliza a cuenta del erario. La situación es de vergüenza generalizada, a pesar de fingidas prédicas de honestidad.

Lo peor está en que protagonistas de la degradación política no guardan el pudor, y sin ruborizarse salen a justificar sus actitudes apelando a cuestiones morales e ideológicas. Muestran un comportamiento peor que el de Jean Valjean, el malvado personaje central de la novela Los Miserables, de la autoría del escritor y dramaturgo francés Víctor Hugo.

El cuadro de degradación de la política y del ejercicio del poder parece insalvable. La miseria humana se ha enseñoreado en parte de la sociedad dominicana, sobre todo en el ámbito político. Muchas trillan caminos del descrédito; el amor al dinero y a los privilegios les resultan más importantes que la promoción de los valores democráticos.

La reciedumbre y los ejemplos de vidas consagradas a la rectitud moral como Juan Pablo Duarte, Ulises Francisco Espaillat, Gregorio Luperón, Pedro Francisco Bonó, Américo Lugo, José Francisco Peña Gómez y Juan Bosch, entre otras figuras icónicas de la política, hoy en día no sirven de referente. Tampoco parece preocupar que el olvido de esos referentes ocurra antes de lo previsto.

El pensador ítalo-argentino José Ingeniero, en su obra Las Fuerzas Morales, apostó a la juventud cuando llegara ese momento en cualquier sociedad del planeta: “Cada vez que una generación envejece y reemplaza sus ideales por bastardeados deseos, la vida pública cae en el abismo de la inmoralidad y de la violencia. En esa obra deben los jóvenes empuñar la antorcha y pronunciar el verbo: es su misión renovar el mundo moral y en ellos poner su esperanza los pueblos…”.

Una muestra de que la sociedad y la política no ha avanzado lo suficiente en materia de cultura política está en la prevalencia del clientelismo, el transfuguismo, el grupismo y el populismo. Estas chocan con las buenas prácticas políticas y el respeto a los principios democráticos enarbolados en la Constitución de la República y las leyes en general.

Estas prácticas contrastan con la normativa de que la organización constitucional de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos debe apegarse a los principios de igualdad, libertad, equidad y solidaridad.

Los partidos tienen la responsabilidad de garantizar la participación de los ciudadanos en procesos políticos que contribuyan al fortalecimiento de la democracia; contribuir, en igualdad de condiciones, a la formación y manifestación de la voluntad ciudadana, respetando el pluralismo político; y servir al interés nacional, el bienestar colectivo y el desarrollo de la sociedad dominicana.

La ética y la moral se convierten en herramientas que orientan el comportamiento humano hacia el bien.
Hay que colocar el ejercicio de la política y del poder en el camino de la decencia, a fin de superar la miseria humana que se ha entronizado en su cuerpo.