Hoy cumplo 30 años de haber sido nombrado oficialmente por Rafael Herrera Cabral como periodista del “Listín Diario”, lo cual representó una gran apuesta de él, si tomamos en consideración de que apenas tenía 18 años y todavía era estudiante.
Haber empezado tan joven me permitió convertirme en ejecutivo periodístico también muy joven. Tenía 25 años cuando me convertir en el primer editor de la edición digital de un periódico nacional, el Listín Digital.
He sido testigo, en asientos de “especial guest”, de once procesos electorales, el Primer Plan Decenal de Educación, el Quinto Centenario, la discusión del Código de Trabajo, la crisis eléctrica, el golpe de Estado a Jean Beltran Aristide y posterior invasión a Haití, la reunión de Fidel Castro y Balaguer, el accidente aéreo de Puerto Plata en el que murieron más de 130 personas, la muerte de Bosch, Balaguer y Peña Gómez, el Frente Patriótico, la crisis bancaria, los casos de narcotraficantes Florián Féliz, Quirino, Toño Leña, Oreganito y Figueroa Agosto. Esos son una pequeña muestra de lo que cubrí como reportero.
Fue a mí, periodista que cubría Educación, a quien Juan Bosch le dijo, mientras acompañaba a Camilo José Cela al paraninfo de Medicina de la UASD, que “los periodistas eran enemigos del género humano”.
Se trató de una expresión en tono de broma, sonriendo, como una salida jocosa ante un periodista con cara de adolescente que le había pegado en la boca un grabador cuando otros colegas me empujaron para preguntarle sobre la crisis postelectoral de entonces y su proclama de “que se vaya ya”.
Son muchas las cosas vividas como periodista en esos 30 años.
Viví el cambio de la máquina de escribir por la computadora, la muerte del teletipo, el fortalecimiento del internet, la llegada de las redes sociales.
Toda esa experiencia como periodista y los cambios tecnológicos y sociales consolidan mi convicción de que lo esencial en el periodismo no ha cambiado.
Han cambiado las plataformas a través de la cual la humanidad transmite mensajes, incluyendo los contenidos periodístico.
Pero lo esencial se mantiene. Todavía el periodista tiene que contrastar y confirmar las informaciones, ofrecer versiones diversas, citar las fuentes, contextualizar, prescindir de los incidentales.
Aun los principios son los mismos: veracidad, honestidad, justicia.
Aun el objetivo sigue siendo aquel: buscar el bien común y construir una sociedad mejor.
Aun los peligros son los mismos: la intolerancia del poder, corromperse, insensibilizarse, desactualizarse, creerse casta privilegiada.
Treinta años después, estoy convencido de haber escogido la mejor profesión del mundo.