La decisión de Minou Tavares de fusionar su joven organización política con Alianza País y Guillermo Moreno ha sido para mí, y hasta cierto punto, uno de los movimientos políticos más desinteresados en nuestro sistema de partidos.
Quizá la mayoría de los “propietarios” de organizaciones políticas minoritarias no estaría dispuesta a desprenderse de su lucrativa y casi nunca deficitaria “empresa”, si hablamos en términos de beneficios, más allá del interés colectivo.
Sin ánimo de “lambonismo” ni pecar de inocente, me parece que lo hecho por Minou ha sido una decisión inteligente y bien pensada, que debería ser emulada por los dueños de muchos partidos minoritarios, sobre todo los que tienen las mismas líneas ideológicas.
La dirigencia de Opción Democrática bien pudo hacer igual que los más de 20 partidos minoritarios, que en cada elección salen a pasar vergüenza con insignificantes porcentajes que no da para muchas cosas de manera individual, pero que sumados todos los huevos en una misma canasta daría un mejor resultado, porque como dice el refrán, grano a grano la gallina se llena el buche.
Pero eso está en mi mente inocente, que está mirando el juego desde donde se ve mejor, desde fuera.
Y así como soy crítico con lo que entiendo incorrecto, hoy quiero reconocer el desprendimiento de protagonismo de Minou Tavárez, quien aceptó ser la vicepresidenta de otro partido y no la presidenta del suyo. Pudo quedarse con su partido y permanecer en el tiempo como lo han hecho todos los otros, pero no lo hizo.
Desde mi punto de vista, lo más conveniente sería que esos partidos pequeños aúnen fuerzas y vayan como una coalición a las elecciones, y de seguro tendrán un mejor lucimiento en los procesos en que participen.
Si todos tienen el mismo objetivo, que es sacar al PLD de los poderes del Estado, amparados en la consigna de gobernar de manera diferente, ¿por qué se les ha hecho tan difícil entender que cada uno por su lado no llegará ni a la presidencia de una junta de vecinos?