Mil versiones
Siempre he pensado que uno utiliza el mismo esfuerzo en quejarse que en intentar resolver las cosas.
Admiro mucho a las personas que tienen esa capacidad de adaptación casi innata. Ni son más listas, ni son mejores. Simplemente poseen una habilidad envidiable de resolver, actuar y tomar las riendas ante los cambios, en vez de quejarse o asustarse.
Hoy es más necesario que nunca.
Y a esto le sumo dos habilidades más: agilidad y gestión. Debemos reaccionar rápido y tener la capacidad de autogestión.
Estamos en casa, ante una realidad que nos ha puesto el mundo del revés, tenemos que hacer cosas que antes no hacíamos, desde lo más sencillo a lo más complejo y eso apabulla y mucho.
Pudiera contarles mil situaciones que estoy viviendo en las que digo: cómo lo pueden hacer cada día, soy incapaz de lograrlo. Y me pongo nerviosa, no me llega el tiempo, siento que todo lo dejo por mitad. Y valoro, mucho, a esas personas que me hacían la vida mucho más sencilla.
Pero entonces es cuando pienso. Esto es lo que hay, me quedan dos caminos: me desespero o actúo. Y en estos casos siempre elijo la segunda opción.
Así que estos días soy cocinera, peluquera, contable, portera, profesora, psicóloga, plomera…
Y la lista sigue. Y vuelvo a reafirmarme en que la capacidad de adaptación es básica para poder salir de situaciones que están fuera de nuestro control, y aquí también entra el saber soltar, priorizar y elegir las batallas.
Otra cosa que he aprendido es que no se puede depender de que otras personas te solucionen las cosas, porque hay veces, como ahora, en que aunque quieran no pueden.
Así que cuando ya podamos salir tendremos mil versiones de nosotros mismos que no sabíamos que estaban ahí.
Bienvenidas.
