El país quedó estupefacto con la infeliz noticia de que un hijo de Miguel Tejada, antigua estrella de Grandes Ligas, quedó en el aire por el consumo de esteroides, tras un acuerdo verbal por 300 mil dólares con los Medias Blancas de Chicago.
Si Miguel funge como entrenador de su hijo, es lógico suponer que le aconseja lo que debe o no consumir.
Después de haber pasado tantos inconvenientes, incluso testificar en una Corte Federal de Estados Unidos, ha de suponerse que lo último que le podría pasar por la cabeza a “La Guagua” era meter a su hijo en este espinoso asunto.
Sin embargo, resulta difícil creer que a sus 16 años el joven tenga el suficiente discernimiento para consumir esteroides por cuenta propia.
Aquí no se puede aplicar el refrán de “hijo de gato caza ratón”, porque este es un caso en el que se indujo al menor al uso de sustancias prohibidas, lo que constituye un abuso.
Miguel Tejada, es una lástima, pasó de ser un héroe a mentiroso y violador de los principios elementales del deporte. Ese ejemplo pone en juego la salud física y mental de su hijo.
También tiene el lastre de que beisbolistas, en momentos en que estaban activos en Grandes Ligas, lo acusaron de ser quien proporcionaba esteroides a muchos de sus colegas.
Tejada enfrentó una sanción de 105 partidos, tras arrojar positivo a la anfetamina conocida como Adderall.
Si Miguel Tejada estuviera detrás del consumo de esteroides por parte de su hijo, habría que preguntarse, ¿con qué cara Miguel Tejada saldrá a las calles y mirará de frente a niños y jóvenes?
