La Ministra de Cultura, doña Milagros Germán, ha declarado estar dispuesta a luchar por el adecentamiento del lenguaje en los medios de comunicación.
Ha tomado medidas iniciales y luce dispuesta a emprender un esfuerzo en esa misma dirección. Me solidarizo completamente con esa causa.
Por principio, soy enemigo cerrado de la censura previa, la mordaza, el silencio impuesto, y todo lo que atente contra la libertad de expresión y cualquier otro derecho democrático.
Pero ¿de cuál libertad de expresión es que estamos hablando? ¿Qué es lo que ha estado ocurriendo a la vista y el oído de todo el mundo? La indecencia, la palabrota morbosa y obscena, el lenguaje desollado, la pornografía y la incitación explícita al vicio, al desenfreno y la promiscuidad sexual, a la embriaguez alcohólica, al consumo de drogas, a la violencia, se difunden abiertamente por todos los medios y eso ha ganado tanta fuerza, al punto de que muchos comentaristas y opinadores, sobre todo los más mediocres, creen que lo que dicen carece de valor y pierde audiencia sino va sazonado con una buena dosis de expresiones indecentes.
Se habla de la necesidad de la educación para enfrentar este mal social. Correcto. Pero ocurre que muchos de los autores de esta mala práctica, no son ningunos analfabetos. Peor todavía.
Esa vulgaridad se ha trasladado a la música, el baile y el canto, si es que puede llamarse así a muchas de las cosas que se escuchan y se ven por los medios. Más grave aún.
Hay gente del pueblo y no poca, especialmente en la juventud, a la que le gusta todo eso y llena los espacios en los cuales tales cosas se presentan. Y el colmo. Más de una vez se ha visto a las grandes premiaciones internacionales reconocer y otorgar galardones a los representantes de esas formas estrafalarias del arte y el lenguaje.
Nada de esto es casual, sino fruto de cálculos y objetivos bien calculados por los grandes poderes de este mundo. Quiere decir que tratar de luchar por la decencia, el buen arte y la cultura es simplemente ir contra la corriente.
Esto ha llegado ya demasiado lejos y las denuncias y las lamentaciones no bastan. Se necesitan respuestas y alternativas adecuadas, de buena calidad, frente a lo estrafalario.
Mientras tanto, doña Milagros Germán y su Ministerio han dado un paso al frente y no deben quedarse solos. Desde aquí, le ofrezco mi modesto acompañamiento y mi respaldo.