Mi querido Negro Veras

Mi querido Negro Veras

Mi querido Negro Veras

A los abuelos nos gusta contar cuentos y les cuento, que hace unos veinticinco años, asumiendo deberes de ciudadanos con roles sociales diferentes, pero con igual interés por el bien común dentro de un proyecto de nación roto, nos citamos en el Centro Bonó el sacerdote Jorge Cela SJ; el periodista Ángel Barriuso y yo, y tras evaluar la situación del país en aquel momento, concluíamos para nosotros que el factor más amenazante para el futuro del mismo lo era la falta de credibilidad expandida después de 1965, la que afectaba los vínculos recíprocos y la interconexión social que dan cohesión a una nación, siendo sustituidas entonces por el terror, el miedo, la desconfianza y la desmoralización en la que se ahogaban nuestras iniciativas, produciendo la frustración social y personal que nos diluía, supeditándonos a la dictadura del dinero indigno, como siervos y vasallos del poder con el que se obtenía; hecho un símbolo opuesto al que nos motivaba.

Continúo contándoles que este modelo de degradación moral y su proceso, para el que no estábamos vacunados, se hizo epidémico en la conducta social y política del país. Ha de tenerse en cuenta que nuestros esfuerzos político-educacionales por contrarrestarlo se estancaban en las limitadas capacidades, específicamente políticas, que ahora tras 50 años de experiencia colectiva, el Gobierno intenta superar saneando la economía y al Estado, recibiendo bloqueos dentro de su propio partido y la resistencia de grupos sociales parásitos, que ven limitados sus ingresos y privilegios, originados en fuentes corruptas que ahora les impiden vivir como lo hacían hasta hace muy poco. Tienen que trabajar y eso es duro; prefieren difamar y tumbar al gobierno, que es más fácil.

Pensaba entonces que solo nos quedaba el camino del inútil sacrificio del que estábamos saturados contra el crimen organizado por los poderes del Estado. ¿Pero el titanismo o el martirologio de qué sirven donde no hay ciudadanía? Balaguer, para evitar fisuras en su frente, se concretizó en un tácito pacto político de beneficio recíproco entre los 300 millonarios escogidos por el para regalarle la economía del país a cambio de adhesión política a su régimen de represión y corrupción que eufemísticamente se detenía en la puerta del despacho de este monje que personificaba al Estado de fisco y policía, con el terror, que más allá de la muerte de los condenados iba dirigido contra la nación que despreciaba, pervirtiéndola, en la “chusma” que para él todos éramos, incluidos sus servidores que le idolatraban, ligando él esa apreciación a la manipulación a su favor de la intervención armada y desarmada extranjera (CIA-MAGG-OEA) sus fuerzas incontrolables que dirigían con sevicia a nuestras instituciones armadas en sus labores más sucias.

En este espacio de sus 24 años en el poder, Balaguer sembró nuestra cosecha actual hasta la nueva política económica y social que discretamente empuja Danilo. Balaguer, sabiamente únicamente no afectó al patrimonio de la Iglesia católica, ni las inversiones independientes de capitales de los españoles o de origen italiano con sus cesarismo o zarismo dominicano.

Nuestra violencia no se origina de la desigualdad social. Somos menos pobres que nunca, pero más sinvergüenzas que nunca, producto del envilecimiento que ya nos saturó, que a falta de valores lo sustituye con el lucro, siendo este el combustible de nuestras vidas consumistas y más valioso que la vida misma, el que si se agota para esta cultura, desploma la arquitectura de la vida empresarial, comercial y social costosa y de fachadas que lucimos en gran medida, la que sostiene minuto por minuto.

El caso del ciudadano Juancito de Los Santos, conmovedor, cual sea el aspecto o detalle que de él se toque; igual que la violencia en general que se trate son un resultado y una muestra de la historia que resumo. Nuestra violencia no es social, tendría otras manifestaciones. Nuestra violencia es patológica, regalo de Balaguer y sus continuadores. Mí siempre querido Negro Veras; su venganza.



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