Me fascina contemplar la inmensidad del mar. Sus aguas desplazándose suavemente serenan el espíritu. Mi temor surge, rayando al miedo, cuando anuncian ráfagas, vientos fuertes, huracanados, la llegada de tormentas. Ahí termina el encanto del mar, la paz. Sus aguas se convulsionan como enojadas, las olas crecen, suben, bajan, golpean la playa, arremeten, arrastran, se llevan árboles y todo lo que encuentran en las playas y su entorno. Me asusta.
Eso mismo sucede con el panorama político de la nación, cuando se desbordan las corrientes políticas, las pasiones, los intereses. Como no sé nadar, como no sé de política, tiendo a reaccionar igual que frente al mar, me recojo y me pongo a reflexionar, mas bien a orar.
Pienso que la vida es una y termina, que lo esencial es la paz espiritual, no lo material, que Jesús se sacrificó por la justicia social, que Dios observa el individuo y sus intensiones y sabe detenerlo.
Con eso en mente, observo con lástima en ese océano de intereses, a muchos de los líderes que llevan el timón “de los barcos políticos”, de los partidos.
Me duele ver como prefieren hundir algunas embarcaciones y sus dirigentes. Otros levantan las manos y se suben a cualquier nave que le pase cerca.
En este mar revuelto, surgen los pescadores y lanzan redes por doquier. Otros pierden el rumbo.
“Los pejes gordos” en sus flamantes barcos, sienten el impacto de la marea, se tambalean pero siguen pescando. Nada los detiene en la búsqueda de tesoros para sí. Olvidan los infelices. No les lanzan salvavidas. Se creen todopoderosos.
Olvidan que puede haber toda una estrategia montada para desenmascararlos, para conocer su equipaje. Se les observa.
Después de la tormenta, de las fuertes ráfagas, se calman las aguas. ¿Qué dejó sepultada? ¿Qué habrá aprendido la población? ¿Quiénes tuvieron el coraje de sobrevivir con dignidad, de resistir la ambición, la tentación del dinero? Todo está tan embarrado, que no hay fortuna que lo limpie.
Lo más valioso y hermoso es estar tranquilo con la conciencia. ¡Eso no tiene precio! La verdad resplandecerá y “os hará libres”. Esperemos.