Mi nuevo libro, titulado Relatos Inocentes, ya está en la imprenta y les quiero contar su origen.
Después de las elecciones nacionales de 2020, los integrantes del Congreso Cívico convertíamos la mañana de cada domingo en una peña poética y literaria.
Virtual, porque eran los tiempos más críticos de la pandemia del covid-19.
El Congreso Cívico es una asociación de hombres y mujeres que luchan por reformas políticas e institucionales dirigidas a la democratización de la vida política y la gestión estatal. En un movimiento con tan buenos fines no podían estar ausentes la poesía, los poetas o aspirantes a serlo.
Esos intercambios, verdaderos actos de cercanía, derribaban los muros de la separación que imponía la pandemia, empezaban temprano, alguien aportaba una reflexión literaria, filosófica, histórica y casi enseguida, la poesía ocupaba su lugar de honor.
Roberto Rosado, el poeta del Valle, Félix Rodríguez, el poeta y declamador del Jaya, el líder Mario Suriel, otro líder, el serrano Aulio Collado, el doctor Fermín Álvarez hacía su ocasional intervención desde la Sultana del Este, el compañero Rómulo Díaz desde la capital.
Olivo Baldera versificaba desde Nagua, William Hernández y Daniel Almánzar lanzaban sus prosas también desde el Jaya, Donald Saillant y Julio Disla, desde Norteamérica, y siempre, en primera línea, el compañero Erasmo Vásquez, luego vencido por el covid19 el 21 de abril de 2021 y a cuya ausencia inadmisible uno no alcanza a resignarse.
En una ocasión Erasmo habló orgullosamente de la belleza natural de su patria hermosa, Jamao al Norte. Yo respondí contando mis andanzas por allá, cuando en 1959, viajaba junto a mi padrino don Fello Rizik, que transportaba en su camioneta a grupos de campesinos de mi lugar que iban a buscar suerte y salud donde una curandera llamada doña Goya, en la escarpada localidad jamaera de Las Espinas.
Noté lo bien que cayó mi relato y me di cuenta de que tenía algunas cosas más que contar sobre el folclor y las tradiciones de mi pueblo y que podía ser de provecho refrescarlas, especialmente en la memoria dormida de la juventud y la niñez, parte de las cuales, ganada por el nuevo tiempo, tiende a desarraigarse de la cultura y la identidad de su nación.
Entonces escribí unos relatos sobre estampas del campo viejo. Dedico el libro que los recoge a mis compañeros del Congreso Cívico, especialmente a los poetas y en primera persona, con cariño irrevocable, al compañero Erasmo Vásquez.