Mi cuna azul

Mi cuna azul

Mi cuna azul

Hace 50 y tantos años salí de mi casa un día para no volver.
El tiempo no tiene reversa si se viaja con él.

Mi casa me perdió por el camino que a cada paso me transformaba.

Lo supe otro día, mucho tiempo después, cuando la memoria me mostró el cascaron de mi pasado, junto a quienes allí quedaron prisioneros; cascarones también donde desterrado día tras día, desconociendo mi cuna azul que otros usaron; solo siguió igual, con el mismo latir, el abrazo agropecuario de mis padres y su “Dios te bendiga” y “cuídate!” también; sobre de la espalda de este hijo, desconocido.

De aquella matriz fui el espermatozoide que fertilizó la desconocida y árida tierra de un tiempo que la brisa traía, sin cunas azules, ni mecedoras, ni holgazanas hamacas entre rincones envueltas, ni tinajas, junto a los bordados mágicos y los zurcidos, o la olla de barro para las habichuelas; cosas que el viento se llevó junto a mis padres, olvidados por mí y por todos; junto a la cuna azul, en “Caracol” km 90, Bonao, donde hoy el Banco Agrícola despacha, donde antes Eduvencia la comadrona cortó y enterró lo que me ataba al nacer y de mí sobraba como obligo, entre “los cacaos”, “los cocos”, “las naranjas”, las amapolas y los peones casi esclavos, a la orilla de la carretera, ante la choza blanca, al atardecer, donde el hombre hizo mujer a la hembra, buscándome, o sin querer, haciéndole 7 hijos más entre otros 24 reconocidos, más uno, único oficial, socialmente distinguido; sin competencias ni retos venido; en el racimo su joya.

Aunque Alicia para mí era una reina y Alfonso al que admiré, era el rebelde; “Mon” el más sabio.

Fello el artista, Fausta Isabel la más loca. De todos recogí un poco y metí en mi mochila para el viaje, desde mi cuna azul dentro de la choza blanca, donde ladraba “capitán” uncido a su cadena al irme, siendo el embrión de lo que he sido, embrión que sigo siendo cada día, 70 años después de llegar y aun inacabado, pero lejos de mi cuna azul y de la choza blanca, entre arados y verdes a un lado de la carretera larga, como Miledys Minieur mi amiga, flaca, larga y solitaria como la carretera era; por la que me iría un día con mi vida, siempre embrión de otra que se presentará mañana, más alejada de mi cuna azul y de una madre primeriza y quinceañera.



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