Pocas personas saben que hace más de un año sufrí un accidente cerebrovascular. Por bendiciones de Dios estoy totalmente recuperado. Recuerdo que cuando acudí a la emergencia de una clínica, junto a mi esposa y uno de mis hijos, una doctora me inquirió: “¿Qué usted hace aquí, usted debió estar muerto ayer?”.
La médico hizo referencia a que yo tenía, en ese entonces –julio de 2022-, todos los indicadores de salud por encima de los niveles y que debí ser víctima de un infarto fulminante.
Desde entonces, me considero un milagro de Dios y acudo periódicamente a la iglesia en agradecimiento y en gratitud al Todopoderoso por mantenerme vivo para un propósito divino.
Ese percance de salud ha servido para que Dios me desprendiera del lado a muchas personas que erróneamente yo pensaba que me eran agradecidas o fieles, pero la realidad era otra. Honestamente, ahora no me hacen falta.
Y con alta convicción y conciencia he aceptado la misericordia de Dios. Agradezco que Dios me llamara por dolor a su camino y que me diera el discernimiento de aceptarlo y mantenerme por más de un año ante la cobertura de su bendición.
Por igual agradezco que cada día, Dios me acompañe en cada propósito y en cada decisión. Que me reafirme con total humildad que estamos de paso por esta vida para servir y nunca humillar a nadie, que podemos ser honestos y mantenernos alejado de la avaricia y de los despropósitos que se aprovechan para promover los antivalores.
Por convicción de fe vivo –junto a mi familia– arrodillado ante los pies de Dios, reconociendo tu total misericordia y que su bondad sobrepasa la realidad de este mundo, con el pleno convencimiento de que Dios siempre nos acompaña y nos habla, aunque nosotros siempre hemos querido actuar de acuerdo a nuestros intereses, cuando la Biblia nos sirve como una correcta guía de vida.
Me siento convencido que buscar a Dios cada día ha sido el mejor camino que he asumido y sin ningún fanatismo, vivo de acuerdo a su promesa revelada en la Biblia.
Mi agradecimiento a Dios será eterno, por ser un milagro que aún permanezca en este mundo y por la convicción de que debo cumplir con el propósito que tengo asignado: primeramente, ser mejor persona cada día y humilde, siendo inclusive un conocedor de la grandeza divina. Y totalmente obediente.