La satisfacción de los usuarios en la plataforma podría hacer que prefieran vivir en esta realidad virtual. Dos expertos analizaron con Infobae sus ventajas y peligros.
Un salón se ilumina, la música invita a los bailarines. En lugar de calzado fino, trajes elegantes y vestidos sedosos aparecen versiones animadas de los asistentes, pixeladas a la vista. Es el momento de mayor concurrencia, pero en esa pista de baile a la que salen Nestorin Core y su esposa, poco importa el tiempo. Están en una representación virtual del mundo que los lleva de vuelta a su juventud. Un concepto que Mark Zuckerberg retomó en octubre de 2021 y renombró metaverso.
Nestorin Core lleva ese nombre en el metaverso, pero tiene otro en la realidad tangible: Néstor Fernández Sánchez. Este profesor de Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) investiga las repercusiones que las redes sociales tienen en la conducta de los usuarios. En su valoración, aún es pronto para afirmar que el metaverso será adictivo como advirtió Frances Haugen, exgestora de productos en el equipo de integridad cívica de Meta, cuando filtró a The Wall Street Journal documentos clasificados de la compañía en septiembre de 2021.
El metaverso afecta la psicología individual y las relaciones interpersonales. Aunque el mundo virtual promete un entorno seguro en el que los usuarios convivirán, los mismos problemas de la vida real podrían trasladarse a la virtual, como determinó Fabiola Camacho, socióloga y profesora en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Una realidad que podría obsesionar a los usuarios
La plataforma ofrecerá una representación del mundo en 3D, al que se podrá acceder con tecnologías como la realidad virtual (VR) y la realidad aumentada (AR). Los usuarios que se conecten por medio de aplicaciones para teléfonos inteligentes o gafas de AR podrán comunicarse entre sí a través de avatares digitales, como lo definió Meta
Un mundo virtual con el potencial que promete Meta resulta atractivo para sus consumidores. Sin embargo, la interacción a la que apunta se limita a las animaciones. “Si lograra emular el sistema nervioso, podría ser más inmersivo”, comentó Fernández en entrevista con Infobae al respecto de los niveles de realismo en la propuesta de Zuckerberg. Por ahora, la interacción a través de la voz y algunos movimientos en las extremidades hacen a la plataforma una alternativa para el trabajo a distancia, consideró el psicólogo.
Fernández pone en duda que las personas desarrollen una adicción al metaverso. Desde su perspectiva como profesional de la salud mental, el cerebro de los usuarios segregaría dopamina si el mundo virtual reflejara con mayor fidelidad las sensaciones placenteras del mundo real o algunas procesos sensoriales capaces de producir trastornos de conducta adictiva, como tomar alcohol. “Tendría que ofrecer lo equivalente a estos estímulos”. En caso de lograrlo, los usuarios querrían repetir las experiencias a las que acceden en la plataforma porque con ellas producen esta sustancia, agregó.
“El metaverso será adictivo si se les da a los usuarios aquello que activa los neurotransmisores para liberar dopamina”, agregó. “Eso inicia la cadena de placer”. Sin embargo, más que adicción Fernández prevé trastornos de conducta adictiva: “Ansiedad por estar conectado, repetición del acto, agresividad al privarse de la plataforma e invertir mucho tiempo en ella”.
Fernández, autor del artículo “Trastornos de conducta y redes sociales en internet”, publicado en la revista Salud Mental, advierte que el metaverso podría afectar la percepción de la realidad debido a los niveles de satisfacción que allí se experimenten. “Al encontrar más beneficios en la vida virtual, las personas podrían sentirse desdichadas cuando apaguen sus dispositivos inteligentes”. Como resultado, la gente priorizará la vida que llevan dentro de la plataforma, “donde ven que se satisfacen sus necesidades de identidad”.
El paraíso virtual para unos pocos
Sobre la decisión de vivir en un mundo virtual, el experto recordó el caso de un conocido suyo. “Él estaba en esa realidad incluso mientras trabajaba. Medio comía y dormía pocas horas solo por estar allí. Él pertenecía a aquel mundo y parecía conectarse por la satisfacción que sentía”. Fernández solía caminar con su amigo en un ambiente pacífico, un entorno que el metaverso busca recrear.
Sin embargo, Camacho observa el nacimiento del universo virtual con reservas. Acceder al metaverso exige cierto nivel adquisitivo: el Meta Quest 2, con gafas de RV cuesta 7,477 pesos y en sitios como Amazon está cotizado en 12,000 pesos. En palabras de la socióloga, las brechas económicas que crean “ciudadanos de segunda” en la vida real podrían agrandarse según se acceda o no al mundo digital, lo cual crearía ciudadanos de “cuarta categoría”, comentó.
Camacho consideró que surgirán nuevas formas de encontrar otros estados de bienestar para quienes se sientan insatisfechos en la realidad tangible. Con la nueva tecnología de la plataforma, también comenzaría una nueva generación de empleos, “como pasó con YouTube en su momento”. La socióloga que vislumbró el potencial económico del metaverso, concuerda con la advertencia de Haugen, quien reveló que esta plataforma, “robará a las personas más información y dará a la empresa otro monopolio en internet”.
Uno de los aspectos notables para Camacho es la ausencia de un Estado en el metaverso. La propuesta de Meta está subordinada a las ganancias económicas. Los protagonistas en esta realidad serán empresarios y colectivos sociales, “cuya visión política busque la conformación de una sociedad con nuevas prácticas”, previó.
Más allá de una realidad dictada por el dinero, hay una preocupación principal para la socióloga: “El respeto por la vida”. En su valoración profesional, los sistemas de justicia alrededor del mundo tendrían que combatir la impunidad y garantizar el cumplimiento de los derechos humanos ante los crímenes de como el asesinato o la violación, motivados por razones de género o raciales. Es peligrosa la impunidad de los delitos en la plataforma, ya que se podría proyectar a la vida real.
Por otra parte, Camacho enfatizó en la necesidad de pactar un uso responsable de los productos de Meta para prevenir delitos digitales y hackeos. Al respecto, Markus Cartel, profesor de cultura digital de la Universidad de Sidney, cree que las tecnologías del metaverso, como la realidad virtual y la realidad aumentada, son los sensores digitales con más capacidad de extraer datos personales que tendremos en nuestros hogares en las próximas décadas.
Hacia una nueva vida a través de los avatares en Meta
Un bibliotecario australiano conoció a una mujer. Se encontraron mutuamente atractivos: la animación de cada uno les daba deseos de volver a encontrarse. Pronto comenzaron a coordinar los horarios en los que ambos se conectaban para acompañarse en sus experiencias virtuales. Solían reunirse con otras personas —incluso se encontraron con Fernández, quien narró esta historia— pero preferían pasar más tiempo juntos.
Con el tiempo, descubrieron que las interacciones virtuales poco servían para sentir besos y caricias. Desafiaron los límites de la digitalidad cada vez que se encontraban en una habitación y tuvieron relaciones sexuales. A la vista solo había dos avatares sobre una cama, pero para ellos se había establecido una relación sexo-afectiva. Eso, resaltó Fernández, es lo más atractivo del metaverso: la posibilidad de una segunda vida. Mediante las animaciones, los usuarios interactúan entre sí de un modo muy distinto, “pues se permiten ser lo que no son y asumen de forma diferente la corporalidad”.
La RV cambia la percepción que una persona tiene sobre su cuerpo, según Mel Slater, investigador en esa tecnología que estará al frente de la construcción interdisciplinaria del metaverso. Como director del Event Lab (Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona), durante 2015 dirigió experimentos sobre las interacciones de la gente y sus avatares. Encontró detalles inesperados.
“Descubrimos que la sensación de tener nuestro propio cuerpo está separada de la sensación de ser autores de nuestros actos”, explicó Slater en entrevista a La Vanguardia. Los resultados de tres de sus estudios, publicados en la página de la UB, concluyen que las personas en estas circunstancias incluso suelen cambiar la voz para que armonice con la de sus avatares. Otro de sus hallazgos fue que cuando hablan con una representación virtual de sí mismos (lo que se denomina self-conversation), las personas pueden entender mejor sus problemas y generan nuevas ideas sobre cómo solucionarlos.
El metaverso resulta fascinante para Camacho, pues ofrece una forma de asumir una percepción distinta del mundo. La socióloga dirigió sus expectativas a los tipo de dinámicas de género y soluciones a los problemas estructurales que surgirían por medio de un proceso que solo ocurre entre unas gafas de RV y la mente de los usuarios. “Habrá cambios, no podemos decir en la sociología si serán negativos o positivos”, concluyó.
Fernández cerró con una recomendación: “No hay que defender ni satanizar a las redes sociales, tampoco al metaverso”. La plataforma significará una segunda oportunidad para socializar y retomó la anécdota del hombre australiano para explicar su postura. “Él dejó de frecuentar a la mujer. Ella me preguntaba si lo había visto. Tiempo después, me enteré que la joven en el mundo real se conectaba mientras estaba recostada boca abajo en la cama de un hospital, había vivido meses así. Con el mundo virtual, pudo convivir conmigo y tener una relación con el bibliotecario”.