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Mercado y vocación

Para un empresario lo más importante es, o debe de ser, el mercado; esto puede uno suponerlo. Para un individuo cualquiera, un estudiante del nivel preuniversitario, digamos, debe de serlo su realización personal.

Para el Estado, la cobertura de un servicio. Cuando se concluye el bachillerato la meta inmediata es el ingreso a una universidad o a un instituto técnico superior, nivel en el cual empiezan a confrontarse los intereses de los empresarios, los individuos y los gobiernos.

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En estos días he visto en el enfoque de un titular de prensa un interés marcado, y hasta un punto de vista, sobre la excesiva cantidad de graduados en algunas profesiones. El titular, tal cual, dice: “Tras investidura: más graduados, pero menos opciones laborales (Listín Diario, 13 de abril)”.

Aquí tenemos un privilegio del mercado frente a la vocación, o inclinaciones personales, si se prefiere.

Y uno puede preguntarse, así lo hice después de haber leído la información, ¿debe alguien escoger una carrera universitaria por tradición familiar, por moda o porque tendrá garantizado un puesto de trabajo? Los pro y los contra en relación con un asunto importante como este, deben de ser sopesados por quien se inicia en los estudios universitarios.

Yo escojo, sin pensarlo demasiado, la realización personal y la vocación. Quien se enfoca en el mercado, es mi punto de vista, podrá tener un empleo garantizado, tal vez el dinero le permita cubrir necesidades impuestas por el contorno, pero sólo una casualidad puede llevarlo a realizarse en términos personales.

Si mi realización pasa por escribir artículos con mis puntos de vista acerca de cualquier cosa, pero estudié mercadeo o informática, porque son las disciplinas del mercado, en algún momento tendré que tomar cursos sobre el arte y el oficio de escribir y cargarme de cultura general. En el caso contrario, tendré dinero para vivir, atesorar y gastar, pero no me sentiré realizado.

Si el sector empresarial reclama técnicos en turismo está bien la promoción y el fomento; si el Estado necesita tecnólogos médicos, debe ofrecer ventajas a quienes escojan esas carreras y promoverlas, pero me parece saludable contar con tantas opciones como sea posible y que los interesados escojan en libertad.

Para quienes no quieren o no pueden escoger, existen pruebas de aptitud. Los empresarios pueden pedir el privilegio de tales o cuales carreras; los gobiernos pueden dar incentivos en tal dirección, pero a la larga, especialmente en la edad madura, quien no escogió según su vocación andará por ahí suspirando por lo que no fue, y eso, como lo veo, es infelicidad.

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